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UN VAMPIRO.

Un vampiro es, según el folclore  de varios países, una criatura maligna que se alimenta de sangre de seres vivos para mantenerse activo. En algunas culturas orientales y americanas aborígenes el vampiro es una deidad demoníaca o un dios menor que hace parte del Panteón siniestro en sus mitologías.

En la cultura europea y occidental, así como en nuestra cultura global contemporánea, el prototipo de vampiro más popular es el de origen eslavo, y es el de un ser humano convertido después de morir en un cadáver activo o reviniente depredador chupasangre.


CARACTERISTICAS Y ATRIBUTOS
La descripción de estas criaturas varía de autor en autor y de mitología en mitología. La mayoría de atributos de un vampiro que forman parte del folclore contemporáneo, que a veces incluso contradicen la naturaleza primordial del vampiro tradicional original, provienen de la literatura, sobre todo de la novela Drácula y las películas basadas en ella, así como de los comics y videojuegos. Por eso, de las siguientes características, solo algunas son las esenciales o comunes en el folclore  general o como parte de las creencias de ciertas regiones, y otras inventadas por los novelistas y libretistas de cine o diseñadores de videojuegos.

    * Fueron humanos mortales, pero ahora están en un estado intermedio entre la vida y la muerte, de ahí que se les llame no-muertos, revinientes o redivivos. Esta naturaleza determina su aspecto básico:

   1. Entre los eslavos, griegos y pueblos de Europa del este, un cadáver desenterrado era considerado vampiro si su cuerpo parecía hinchado y le salía sangre (presuntamente de sus víctimas) de la boca o la nariz. También si notaban que sus uñas, pelo y dientes eran más largos que cuando había sido enterrado e incluso poseía un aspecto más saludable de lo esperado, mostrando piel sonrosada y pocos o ningún signo de descomposición. .
   2. En Transilvania (Rumanía) se consideraba que los vampiros eran flacos, pálidos, y poseían unas largas uñas y largos y puntiagudos caninos (colmillos).
   3. En Bulgaria se les puede reconocer por poseer un solo agujero en la nariz.
   4. Según algunas culturas, tienen la posibilidad de transformarse en insectos, murciélago, rata, lobo o en niebla. La forma más mencionada en la cultura popular es la del murciélago.

    * Se alimentan primordialmente de la sangre de sus víctimas aunque hay descripciones de que también son antropófagos y en algunas culturas se consideraba que la sangre no era la base de su sustento, sino el "fluido vital" humano, o la energía psíquica. Actualmente algunos autores denominan vampiros psíquicos o emocionales a los perpetradores de acoso laboral o mobbing.
    * No se reflejan en los espejos ni tienen sombra, tal vez como una manifestación de la carencia de un alma. Este atributo no es universal, pues por ejemplo el vampiro griego vrykolakas/tympanios poseía tanto sombra como reflejo, pero es muy popular gracias a novelistas como Bram Stoker que lo menciona en su novela Drácula.
    * No toleran el ajo. En algunas tradiciones, también pueden ser alejados con rosas silvestres.
    * Los vampiros, por su naturaleza demoniaca, no soportan los símbolos cristianos y por ello pueden ser alejados usando una cruz cristiana o con agua bendita y no pueden cruzar por terrenos consagrados como los de una iglesia.

    * Son indestructibles por medios convencionales y son extremadamente fuertes y rápidos pero se debilitan junto a las corrientes de agua.

    * Aunque en general se supone los vampiros son vulnerables a la luz del sol, entre los eslavos se creía que no solo pueden resistir la luz del sol, sino que en algunos casos podían viajar a otro pueblo y llevar allí una vida normal.

    * Algunas tradiciones sostienen que un vampiro no puede entrar en una casa si no es invitado por el dueño; pero que una vez es invitado puede entrar y salir a placer.

    * En algunas zonas de Europa del este, se cree que el vampiro es un ser lujurioso que vuelve al lecho conyugal a procrear con su esposa, criaturas con características especiales (que varían en cada región), que se conocen como dhampiros.

    * Tienen una afinidad natural con la magia , en especial con la magia negra y concretamente la necromancia, siendo capaces de dominarla con mayor facilidad que el hechicero no vampiro más diestro.


   
ORIGEN DE UN VAMPIRO

En el conjunto de creencias populares se pueden distinguir unas formas básicas, a veces complementarias entre sí, para que un ser humano se convierta en vampiro:

    * Por predisposición desde el nacimiento: En Rumanía tenía más posibilidades de ser un strigoi, el séptimo o duodécimo hijo cuyos hermanos mayores eran todos del mismo sexo. O tener unas marcas de nacimiento como el hueso sacro pronunciado, abundante vello corporal y haber nacido encapuchado, es decir con la cabeza envuelta en parte de la membrana placentaria, o haber ingerido parte de la misma. Entre los eslavos también tenían mayor probabilidad de convertirse en vampiros los nacidos en Sábado Santo.
    * Por muerte prematura o violenta: En la antigua Grecia en donde se denominaban vrykolakas o brucolacos a los así originados, al igual que entre búlgaros y eslavos, así como en ciertas culturas africanas y en Indonesia, se creía que los niños, adolescentes y en general las personas que habían tenido una muerte prematura o en circunstancias anormales, por suicidio o violencia, podían convertirse en fantasmas vagabundos o vampiros.
    * Por incumplimiento de rituales funerarios y religiosos: En Bulgaria y Rumanía también se creía que alguien se puede convertir en vampiro después de su muerte si los que se deben ocupar de preparar y vigilar debidamente el cadáver no cumplen bien su tarea y no impiden que un animal, especialmente un perro o gato, e incluso una persona pasen a sobre el mismo. Esta creencia es similar a la de los hindúes que consideraban los espíritus o Pitrs que se encuentran a la espera de reencarnar pueden convertirse en vampiros si nadie les recuerda y realiza los rituales funerarios de rigor conocidos como shraadh y que son para facilitar su reencarnación.
    * Como maldición por acciones criminales o sacrílegas: En la antigua China también se creía que se convertían en vampiros ciertos criminales tradición similar a la existente entre los eslavos y los griegos quienes creían que los vampiros eran brujas o personas que se habían rebelado contra la Iglesia mientras estaban vivos, vendiendo su alma al diablo y que al morir sus cuerpos podían ser poseídos por demonios. A esta creencia ayudaron indudablemente los conceptos desarrollados por el cristianismo que, basados en la idea neoplatónica de la vida después de la muerte, fomentaron la idea de la corrupción del cuerpo y la supervivencia del alma hasta el día del Juicio Final, teniendo la posibilidad de acceder a este estado todos aquellos que murieran arrepentidos de sus pecados y que hubieran recibidos los últimos sacramentos.

    Por las formas anteriores, en la Europa cristiana y especialmente entre los griegos y pueblos eslavos, todos aquellos que no fueran enterrados en tierra consagrada (en particular los suicidas y los excomulgados) y los que no hubieran recibido la extremaunción, tenían la mayor posibilidad de convertirse en espectros corpóreos vampiros o tympaniaios.

    * Por mordedura de un vampiro: Según casi todas las tradiciones, especialmente entre los eslavos, aquella persona que moría después de ser mordida por un vampiro se convertiría a su vez en uno. Los escritores ocultistas aducen que esta manera solo es posible si hay aceptación por parte de la víctima. Los autores de literatura de ficción le han dado a esta manera una connotación sexual muy intensa, muy atractiva para propósitos dramáticos.
 

UN LYCAN O HOMBRE LOBO.

El hombre lobo, también conocido como licántropo, es una criatura legendaria presente en muchas culturas independientes a lo largo del mundo. Se ha dicho que este es el más universal de todos los mitos (probablemente junto con el del vampiro), y aún hoy, mucha gente cree en la existencia de los hombres lobo o de otras clases de «hombres bestia». Realmente no hay que confundir los términos: licántropo es aquel hombre que, debido a algún trastorno psicológico, cree haber asumido el aspecto, voz y comportamiento de un lobo, a pesar de que realmente no haya sufrido ninguna transformación física; lo cual lo lleva a actuar de acuerdo a ello, entiéndase matando y cometiendo actos de canibalismo. Por su parte, el hombre lobo es tradicionalmente un hombre que, por efectos de magia o por propensión natural, posee la habilidad de transformar su aspecto en el de un lobo. Todas las características típicas de aquel animal - como son la ferocidad, la fuerza, la astucia y la rapidez- son en ellos claramente manifiestas, para desgracia de todos aquellos que se cruzan en su camino. Puede permanecer con su aspecto animal únicamente por espacio de unas cuantas horas, o bien permanentemente.[cita requerida]

En el folclore y la mitología, un hombre lobo es una persona que se transforma en lobo, ya sea a propósito o involuntariamente, a causa de una maldición o de otro agente exterior. El cronista medieval Gervase de Tilbury asoció la transformación con la aparición de la luna llena, pero este concepto fue raramente asociado con el hombre lobo hasta que la idea fue tomada por los escritores de ficción moderna. La mayoría de las referencias modernas están de acuerdo en que un hombre lobo puede ser asesinado si se le dispara una bala de plata, aunque esto es producto de la narrativa moderna y no aparece en las leyendas tradicionales. Como dato adicional, en versiones modernas, se agregó la idea que ha existido una fuerte rivalidad entre vampiros y hombres lobo, debido a que pertenecen a una misma raza de criaturas. [cita requerida] Los licántropos, al haber renunciado a los poderes vampíricos para obtener una forma física superior, se ganaron el rencor de sus parientes. 

Nadie sabe con exactitud cuándo se originaron las leyendas sobre hombres lobo. Puede que se trate de una superstición tan antigua como la humanidad misma, originada como explicación de diversas patologías. Así parecen indicarlo algunos casos datados, como, en España, el de Manuel Blanco Romasanta, en cuya vida se basan las películas El bosque del lobo, y Romasanta. La caza de la bestia (2004).

 

  TLACIQUES

Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, en Mexico, se descubrieron vampiros que ya moraban allí desde tiempos ancestrales. Se encontraron Gangrel, y Nosferatu, pero en mayor número, y gobernando, a los Tlacique, un linaje que creía descender de Tezcalipoca, el dios jaguar, de los espejos, la noche, el humo y la magia negra.

       Gobernaban sobre los nativos como no se había visto desde Cartago (aunque ellos llevaban haciéndolo desde antes) Los hechiceros Tlacique eran llamados Nahualli, y gobernaban en pequeños grupos llamados círculos. Los Nahualli celebraban sus ritos en lo alto de los zigurat, extrayendo el corazón de sus victimas y bebiendo su sangre. Eran considerados dioses y adorados como tales.

       En un primer momento, los Tlacique mantuvieron buen entendimiento con los vástagos extranjeros, pero los Conquistadores aplastaron al pueblo Mexicano, y los Tlacique cometieron el error de creer que si los Conquistadores actuaban así, era por deseo de los vampiros extranjeros, sin entender que la marea humana marcaba su propia historia. Los vampiros extranjeros hablaban de una alianza de su estirpe, de nombre Camarilla, así que volcaron su enemistad sobre esa alianza de vampiros.

       Los Tlacique no hubiesen podido enfrentarse a los extranjeros de la Camarilla solos, pero sellaron una alianza con una secta llamada Sabbat que decía ser rival de la Camarilla, y lograron rechazar a la Camarilla de Mexico.

       La Mano Negra mostró interés por los rituales de los Nahualli, no por su contenido religioso, sino por su aspecto sádico y sanguinario. Cuando los Tlacique decidieron que el Sabbat era una amenaza mayor y rompieron su alianza, se desencadenó una lucha en la que el Sabbat se hizo con Mexico, mató a los Tlacique, diabolizó a sus antiguos, y les arrebató su tierra ancestral.

       Los (puntuales) Tlaciques que sobrevivieron tuvieron que escapar y esconderse para sobrevivir. El sabbat y la camarilla dieron a este linaje por extinto, y con el paso del tiempo, pareció demostrarse que así había sido.

       Han pasado 4 siglos.

       En la actualidad, existen unas decenas de Tlaciques en Centroamerica y Sudamerica, que están tendiendo lazos de comunicación, y buscando a sus antiguos aletargados desde los tiempos de la guerra con el Sabbat (cuando se fueron a dormir para escapar de la persecución).

       El abrazo de los Tlacique tiene un componente nacionalista, ya que consideran que cualquier centroamericano o sudamericano puede recibir el abrazo siempre que sea útil, quizás debido a su necesidad de aliados para recuperar su tierra.

       Han pasado desapercibidos estos siglos, hasta recientemente, cuando la Regente del Sabbat Melinda Galbraith es asesinada en su cámara en Mexico DF durante la Palla Grande y aparece un signo que puede ser relacionado con los Tlacique. Los que conocen este dato, empiezan a plantearse que no estén tan extintos como pensaban, pero no faltan quienes piensan que este signo ha sido colocado por terceros para desviar la autoría del asesinato.

       Las disciplinas de la línea de sangre son ofuscación, presencia y protean (se convierten en jaguares, no en lobos). El defecto de su linaje consiste en que sufren dos niveles de salud extra por causa del sol, y restan uno a la reserva de dados cuando están expuestos a una luz brillante.

       En principio, podríamos estar hablando de una línea de sangre del clan setita, aunque el hecho de que poseen como propia la disciplina del clan Gangrel, y conviviesen en Mexico con Gangrel (y Nosferatu) pero no con Setitas, abre puertas a que se trate de una línea de sangre Gangrel. 

Cultura Vampírica 

Qué hacen los muertos por la noche? Qué sienten en su sofocante lecho de tierra? Qué desean los muertos? Esas preguntas han visitado la imaginación de los humanos desde la noche de los tiempos y, entre las especulaciones religiosas y los argumentos racionalistas, siempre ha surgido una posible respuesta capaz de helar el corazón: los muertos desean la vida, odian a quienes les sobrevivieron y aprovechan la oscuridad, el reino de las sombras, para regresar de la tumba y atormentar a los vivos. El hombre ha buscado siempre cómo nombrar al miedo. Y enfermedades, desapariciones y muertes de dificil explicación se han cargado desde antiguo en la cuenta tenebrosa de los muertos que regresan del más allá, ansiosos de sangre: los vampiros.

La biografía del vampiro se hunde en el pasado de la especie humana y en el pantano de sus miedos. Pero al igual que el miedo tiene muchos rostros, el vampiro ha recibido muy diferentes nombres en tierras de todo el mundo, aunque uno de ellos, que ahora cumple cien años, se haya convertido en su emblema: Drácula.

El 20 de mayo de 1897, la puerta del lóbrego castillo de los Cárpatos donde habita el conde Drácula se abrió por primera vez, con horrísono chirrido, y su alta figura encorvada, pálida y vestida de negro pronunció también por primera vez las engañosas e inquietantes palabras: Bienvenido a mi casa! Entre libremente y por su propia voluntad!... Yo soy Drácula". En esa fecha el escritor irlandés Bram Stoker, amante de las ciencias ocultas y miembro de la sociedad esotérica Golden Dawn, publicaba una novela que iba a consagrar literariamente la figura del vampiro y a convertir a Drácula en un moderno mito terrorífico. La realidad del siglo XX, que debía inaugurarse tres anos después, ha derrochado desde entonces muerte y destrucción cual si no fuera otro su propósito que aplacar la insaciable sed de sangre del conde transilvano.

Pero la biografía del vampiro se remonta en el tiempo mucho antes del éxito novelístico de Stoker. No es la biografía de un personaje literario, sino la de un ser sobrenatural en cuya existencia han creído generaciones de seres humanos. Durante el siglo XIX el vampiro se había convertido en un personaje más de la estética romántica, motivo de deleitosos sobresaltos y escalofríos regocijantes. El secretario del poeta Lord Byron, John William Polidorí, publicó su relato el vampiro en 1819, inspirándose en su admirado patrón para trazar el retrato de un vampiro aristócrata, frío, distinguido y canalla, llamado Lord Ruthven. Un primer molde del moderno vampiro. Y en 1872, Sheridan Le Fanu trazaba el gran retrato literario de la vanipiresa en su no vela Carmilla, donde daba cuenta de la ritual ejecución -una certera estaca clavada en el corazón- de la bella y temible condesa Mircalla,

Un siglo antes, el mito del vampiro no era cosa de diversión y entretenimiento. En pleno Siglo de las luces buena parte de Europa vivió lo que se ha

Llamado epidemia de vampirismo y el abate Calmet, en su Tratado sobre los vampiros publicado en París en 1746, se mostraba sinceramente convencido de que "desde hace alrededor de unos sesenta anos, una nueva escena se ofrece a nuestra vida en Hungría, Vioravia, Silesia, Polonia: se ven, dicen, a hombres muertos desde hace varios meses que vuelven, hablan, marchan, infestan los pueblos, maltratan a los hombres y a los animales, y chupan la sangre de sus projimos" La Europa profunda temblaba ante la epidemia, y la palabra vampiro aparecía por primera vez para nombrar aquello que los campesinos centroeuropeos llamaban con diferentes nombres desde hacía siglos. En tierras de Bosnia, el blausauger, el chupador de sangre, carecía de huesos y era capaz de transformarse en rata o en lobo, propiedad ésta que compartía con el farkaskoldus de Hungría y el Vlkodlak de Serbia. El bruculacas de Grecia despedía además un insoportable hedor y su piel, al igual que el vampiro serbio, era tirante como la de un tambor y rojiza. Había vampiros infantiles, como el kuzlak serbio, que se formaba a partir de un niño lactante arrancado a su madre y cuyo comportamiento era más molesto que terrible; y como el moroï rumano, formado a partir de un recién nacido muerto por su propia madre antes de ser bautizado. El moroï amen de su devoción por la sangre, era el causante del granizo pues, según afirmaban los campesinos rumanos, al bombardear la tierra esperaba poner al descubierto su tumba oculta y mostrar así al mundo el crimen del que había sido víctima.

Había vampiros con un solo orificio en la nariz, como el Krvopijac búlgaro y
Los había con extrañas deformidades, como el strigoi rumano que podía tener patas de oca, de cabra o de caballo. El upir ruso tenía la lengua en forma de aguijón. Y el liuvgat albanes, para que no cupiera duda sobre el origen de los miedos locales, tenía aspecto de turco y caminaba sobre unos altísimos tacones. La península balcánica era, pues, un hervidero de vampiros, y los medios para combatirlos eran también de lo más variado. Trocearlo y hervirlo en vino, en el caso del burculacas. Poner sobre su ataúd una rama de rosal silvestre, en el caso del krvopiíac; o de espino, en el del kuzlak. Al vlkodlak esa rama de espino se le tenía que meter en el ombligo y, luego, prenderle fuego con una vela usada para velar a un muerto.



De dónde venía tanto miedo a los chupadores de sangre? De la sagrada consideración de la sangre como creadora de la vida eterna la sangre del dios Bel, creador del mundo en la mitología de la antigua Babilonia. La sangre de Cristo en el ritual cristiano. Incluso el consumo del vino adquiría el valor metafórico de la sangre bebida

Como han señalado estudiosos del mito vampírico, como Román Gubern en Las raíces del miedo, hay también en la imagen del vampiro que chupa la sangre de su víctima una transposición del acto sexual, una niezcía de atracción morbosa y repulsión hacia el sexo. En los ataques del famoso conde Drácula, afirma, "cualquier persona familiarizada con el simbolismo onírico y la interpretación freudiana del mismo, no tendrá dificultad en reconocer la descripción simbólica de un coito". El mito del vampiro tiene, sin embargo, otras raíces que se alimentan directamente de la Historia. Los casos terribles y reales de nobles que gustaban alimentarse de sangre marcaron sin duda la imaginación de su tiempo. En el siglo XV, el bretón Gilles de Rais, compañero de armas de Juana de Arco, asesino a varios centenares de niños con el fin de obtener con su sangre la piedra filosofal que le hiciera inmortal. Y en busca también de la inmortalidad, un siglo después la condesa húngara Erszebet Bathory sacrificó a 610 doncellas para bañarse en su sangre. La misma novela de Drácula tornaría su nombre de un personaje histórico, el príncipe rumano Vlad Tepes, mas conocido como Vlad el Empalador

El vampirismo, aunque extendido por Europa, también había arraigado en otras remotas tierras, con idéntico temor al retorno de los muertos chupadores de sangre. En tierras africanas, los espíritus de las brujas, llamados adzes, volaban con forma de luciérnaga hasta el lecho de sus víctimas, y los kinoly de la isla de Madagascar rondaban los poblados, con sus ojos rojos y sus largas uñas. Otra península, Indonesia, nada tenía que envidiar en tierra de Asia a los Balcanes: allí las terribles langsuir; mujeres muertas durante el parto, codiciaban la sangre de niños y embarazadas. Y la milenaria China sufría el ataque de los ching shih, de garras feroces, ojos enrojecidos y largas melenas verdosas, y de los kiang si que, cubiertos de pelo blanco, eran capaces de chupar en pocos segundos toda la sangre de los caminantes que asaltaban en los senderos. Tan sólo en la India se daba una clase de vampiro que no era enemigo jurado de los vivos: vetala, habitante de los cementerios que gustaba de dar buenos sustos haciendo que los cadáveres parecieran resucitar; pero del que

Era posible incluso hacerse amigo. La publicación de la novela de Stoke cambió el rumbo de la biografía del vampiro. Drácula saco del mundo rural la vida de ultratumba del vampiro y la hizo discurrir por el universo visual del cine sustituto contemporáneo de los cuentos de vieja de antaño. Calvo, siniestro, turbadoramente sexual, homosexual, en este caso, se transformó en Nosferatu, el vampiro, en el filme de Murnau de 1921, una representación que repetiría décadas después Werner Herzog en su película de igual título. Pero el cine sobre todo de la mano del actor Bela Lugosi, fijó la imagen don juan esa de Drácula, repeinado y capa al viento

En la literatura, nuevos vampiros venido también a disputar al viejo conde su reinado de terrón Richard Matheson, en Soy leyenda, convertía a la humanidad entera en vampiros. Y George R.R. Martin y Anna Rice han buscado en los

Estados Unidos de los siglos XVII y XVIII vampiros problemáticos que viven

Su condición con dolor y remordimiento. Ya no recorren el mundo epidemias de vampiros, como su cediera en el siglo XVIII, aunque tampoco han faltado quienes han querido llevar a la realidad la sangrienta pasión de Drácula. Tal fue el caso del joven puertorriqueño Salvador Agrón que, en la década de 1950, se dedicaba a matar mujeres envuelto en un manto negro. El miedo, como siempre, sigue haciendo nido en el corazón de los hombres y la sangre,

Una vez más, subyuga y aterroriza la imaginación, aunque en esta ocasión tome la más prosaica denominación de VIH, el temible virus del SIDA. Quizá, a fin de cuentas, el vampiro se haya limitado tan sólo a cambiar de nombre.

Cómo Volverse Vampiro

 

Según leyenda, las víctimas de un vampiro tienen que morir, de otro modo nunca llegarían a ser un vampiro. Estas son solo creencias de diferentes culturas

Animales que saltan por encima de un cuerpo:

  • Si una persona ha muerto, y un animal (normalmente un gato) salta por encima de el cuerpo, antes de ser enterrado, la persona puede llegar a ser un vampiro. En Rumania esto se puede curar poniendo un pedazo de hierro en la mano de el cadáver.
  • Cabello rojo: En la Mitología griega era muy común que personas pelirrojas, después de la muerte se convirtieran en vampiros. Esto es por la creencia que Judas Iscariot tenía cabello rojo.
  • Otras Maneras Comunes:
  •  Suicidio.
  •  Ser un mago o bruja.
  •  Ser el séptimo hijo. 
  •   Ser mordido por un vampiro. 
  •  Beber la sangre de un vampiro.
  •  Ser víctima de un asesinato sin vengar.
  •  Un cuerpo muerto que sea reflejado en un espejo.
  •   Por no recibir un entierro propio.
Habilidades de los Vampiros
  • Transformación: La mayoría de vampiros tienen la habilidad de transformarse en un animal, que normalmente es un murciélago, rata, lobo, araña o cuervo. Muchos vampiros pueden transformar aun su cuerpo en una nube de niebla.
  • Energía: Otra habilidad típicamente entre vampiros es la energía y sentidos humanos mas agudos.
  • Dominio: Esta es la habilidad más rara de estas tres. La habilidad de convocar y dominar diferentes tipos de animales que principalmente serían los mismos en que se convierte.
  • El Ataúd: Casi todos los vampiros tienen que dormir en su ataúd durante el día. Originalmente se hizo el ataúd, para que los animales no excavaran arriba el cuerpo.
  • Luz del sol: Casi todos los vampiros son muy sensibles a los rayos solares, muchos son debilitados por ellos y los daña, depende de la especie pero puede llegar a matarlos. En la novela de Bram Stoker "Dracula" el no era afectado por la luz del sol.
  • Símbolos religiosos: En la mayoría de los casos el símbolo no basta para dañar a un vampiro, para que surta efecto el portador de el simbolo, tal como la cruz cristiana tiene que tener fe en el simbolo en que realmente lo puede dañar de otra forma no surtira efecto. A veces el símbolo no hace falta que sea religioso.
  • Ninguna Reflexión: Los Vampiros no se pueden reflejar en espejos. La razón es que dado que los vampiros estan muertos no tienen alma concecuencia, no pueden reflejarse en los espejos. Más tarde da lugar a la creencia de que los vampiros no aparecen en las fotos. Se puede matar un vampiro por ponerlo directamente entre dos espejos.
  • Agua corriente : Los vampiros no pueden cruzar el agua en funcionamiento tales como rios.

 

Cómo matar un Vampiro

Estaca de madera: enterrar una estaca en el corazón es tan común como la sensibilidad a la luz del sol. Unas leyendas dicen que la estaca tiene que ser de un tipo especial de madera tal como el fresno. La razón de esta creencia es que el corazón es asiento de vida y poder.Generalmente basta solo con clavar la estaca en el corazón. Se recomienda que las estacas sean construidas con ramas de espino blanco, porque con esas ramas se hizo la corona de espinas de Jesucristo. En realidad, el espino blanco es anterior: en la festividad ateniense de los muertos, los participantes se protegían contra magos y espíritus malos con espino. El espino simboliza purificación y redención.

Decapitación: La razón es que el cerebro también era el segundo asiento de vida. Si también corta la cabeza de un vampiro le estará quitando su vida.

Ardiente: Quemar el cuerpo, parece ser un método muy común y casi universal de librarse de un vampiro.

Espejos: Se puede matar un vampiro por ponerlo directamente entre dos espejos.

Agua corriente: Los vampiros no pueden cruzar el agua en funcionamiento tales como ríos etc. siendo esta una forma segura de matarlos, ej: poniendo su cuerpo después de decapitado en un río.

Enterrarlo con la cabeza hacia abajo: Si se sospecha que alguien puede llegar a ser un vampiro, el modo de prevenirlo es enterrar el cuerpo hacia a bajo.

Perro con ojos de Angel: La manera de aullentar a un vampiro es con un perro completamente negro y que en su cabeza sobre los ojos tenga pintado dos ojos de Angel de color blanco.


  • Metal:  Si se sospecha que alguien puede llegar a ser un vampiro, se le puede enterrar con un pedazo de metal en la mano, para evitar la metamorfosis.
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    Algunos Descubrimientos

    Vampiro:

    Etimológicamente hablando, la palabra ‘vampiro’ procede del húngaro o del serbocroata ‘vampir’. No está claro si se originó en húngaro y de ahí pasó a las lenguas eslavas o si su origen estuvo en el serbocroata, de donde pasaría al alemán y después al húngaro. La entrada de esta palabra en las lenguas de la Europa occidental parece producirse a causa de un episodio de histeria colectiva que tuvo lugar en Hungría a partir de 1730.
    En su origen se llamaba vampiros a los fallecidos que abandonaban sus tumbas, con alevosía y nocturnidad, para alimentarse de la sangre (y en ocasiones de la carne) de los vivos. Más tarde, Voltaire aplicó este término para referirse a los usureros. Hoy en día se emplea este calificativo para designar cualquier forma de existencia parasitaria o carroñera.

    Espectro o cadáver, que para aumentar su vitalidad, debe beber sangre humana, pues es considerada como fuente de vida. La fuerza del vampiro, reside en que nadie cree en el...El primero que niega la existencia del vampiro, es el mismo vampiro.

     Algunos Datos

    Había una época en Egipto antiguo en donde los seres humanos entraron en una
    conspiración para derrocar a los dioses. Blasphemed contra el Ra, rey de dioses y de los hombres, y los magos buscaban la manera de derrotar a los dioses, usando sus fuerzas los dioses habían dado a los hombres objetos y tierras para que oír hablar de las intenciones de los humanos, se reunió con el resto de los dioses, y ellos aconsejaron prosperaran. Ra, al que llamara a Sekhmet, la fuerza contra la cual ninguna otra fuerza sirve, para que se manifestara en la tierra y calmara la rebelión.
    Sekhmet se manifestaría y castigaría todos los que habían sostenido la rebelión contra los dioses. Luego Sekhmet caminó entre hombres y los destruyó y bebió su sangre. Una noche después de que Sekhmet había bebido la sangre y rasgado los cuerpos de los humanos, los dioses decidieron que la matanza había sido suficiente y que debía parar, pero los dioses no encontraban manera de parar la matanza , ya que Sekhmet había bebido toda la sangre de los revolucionarios.
    Mientras que continuó la carnicería, los dioses reconocieron que Sekhmet, y su rabia por la intoxicación hacia aun peor la matanza, y sabían que no pararía hasta que la vida humana se extinguiera. Entonces Ra que había traído ciertas plantas colosales de la familia de la Solanaceae y que de ella se pueden elaborar drogas muy potentes para alterar la mente. Esa planta, y posiblemente también opio o cáñamo, fueron enviados al dios Sekti en Heliopolis. Sekti agregó estas drogas a una mezcla de cerveza y sangre humana, llenando siete mil grandes jarros de la sustancia. Los jarros fueron llevados a un lugar donde Sekhmet pasaría y se vertió sobre la tierra, inundando los campos. Y cuando Sekhmet vino a estos campos y percibió lo que ella pensó que era sangre, ella se regocijo y bebió todo el líquido. Entonces " su corazón fue llenado de alegría, " su mente fue cambiada, y ella no pensó más en destruir .
    Después de eso, Ra trató a Sekhmet como si las matanzas no lo hubieran molestado, elogiando la belleza y el encanto de la diosa.

     Hutzilopochtli, dios de las tinieblas, se le ofrendaba sangre humana, para halagarlo y calmar su ira, por lo que tiene características de vampirismo.

     En la antigua Roma se temía la aparición de un vampiro volador llamado Strix, que sembraba el terror entre los campesinos.

     Los rumanos huían despavoridos ante la presencia siempre intuida del Strigoi, un ser repugnante con patas de cabra o de caballo.

    Un mito moderno, es que Caín fue el primer vampiro de la historia, ya que después de matar a Abel, renegó de DIOS y fue condenado a nunca mas ver la luz del sol, a ocultarse en las tinieblas y alimentarse solo de cenizas y sangre. Además nunca podría tener descendencia (Antiguo Testamento).

     En una provincia de México, hay datos documentados de un "Niño Vampiro", que curaba a la gente de una mordida y chapándoles la sangre. A su muerte, fue conservado en una urna de cristal y su cadáver se conserva incorrupto en la iglesia del pueblo... Los habitantes del lugar, lo consideran y veneran como un santo.

    En las grandes ciudades, existen rebaños de humanos, que proveen de sangre a un vampiro, para evitar el riesgo de ser descubierto. Estos personajes se ofrecen voluntariamente para alimentar al vampiro.

     

    El Fenomeno del Vampirismo

    De acuerdo con el estudio llevado a cabo por el especialista Hershel Prins (y publicado en la Revista Británica de psiquiatría), el vampirismo, como lo entienden los médicos, se divide en cuatro grupos:

     

    1. Vampirismo completo. Implica actividades necrofilias y necrosádicas. El vampiro tiene una atracción incontrolable por los muertos y traga la sangre de los cadáveres. Periandro, tirano de Corinto, es un ejemplo histórico ilustrativo. Otro ejemplo, menos lejano, es el del sargento Leger, quien en 1827 violó el cadáver de una niña de 12 años y bebió su sangre. Es popular John Haigh, el "Vampiro de Londres", quien pago con su vida su irrefrenable deseo de saciarse con sangre humana. Su ejecución fue en 1949. También lo es Fritz Haarman, quien en 1960 asesino a 27 muchachos y de todos bebió la sangre.
    2. Vampirismo sin ingestión de sangre ni de materia muerta. A esta variedad se le asocia con la necrofilia pura y sencilla, que consiste en satisfacer el instinto sexual con cadáveres, o bien, gozar con tocarlos y contemplarlos.
    3. Vampirismo sin cadáver. Esta clase reúne a gran cantidad de psicópatas contemporáneos, cuyo deseo de identificarse con un vampiro se relaciona con sus capacidades sobrenaturales: hacerse invisible, ser inmoral, negar la muerte y disponer de un libre ir y venir a la sepultura. Estos "vampiros ideológicos" envidian a los vampiros fruto de la literatura, de posibilidad de llevar una vida plena de pasión y libre de las desabridas obligaciones de la rutina diaria. Estos individuos cuyo número es difícil de poner en estadísticas- forman asociaciones en las grandes ciudades que, por una curiosa coincidencia (¿coincidencia?), responden a las siglas VIP, que tradicionalmente se reservan para los vampiros de abolengo. En este caso, VIP es abreviatura de Vampire Interested People ("personas interesadas en los vampiros"). En las sedes de esas agrupaciones los socios intercambian su sangre al producirse mutuamente lesiones en la piel, o al chupar vendas ensangrentadas sustraídas de algún quirófano o sala de urgencias de algún hospital. De vez en cuando se contentan con actividades menos emocionantes Pongamos el ejemplo de la condesa Misty, de Nueva York, quien colocaba navajas de afeitar en la superficie de sobre postales las espolvoreaba después con pintura roja. De esa manera las siluetas se imprimían contra un fondo encarnado. Enviaba sus sobres a la agencia de Informaciones Vampíricas cuyo director desarrollo un miedo, nada patológico, a que la señora los visitara algún día.
    4. Auto vampirismo. Para la ciencia médica este grupo incluye casos igualmente sicóticos. La propia sangre se convierte en objeto de veneración debido, por lo general, a motivos eróticos. McCully narra el caso de un niño de 11 años que aprendió a pincharse las arterias del cuello hasta llenar con su sangre una taza entera. (Si, la bebía después) También se cortaba las venas del antebrazo para chuparse la sangre, lo que le hacia experimentar una fuerte excitación sexual. Parece que en los recién pasados años -tras la expansión del sida- , el grupo de auto vampirismo ha crecido. Como quiera que sea, para los vampiros modernos estos métodos de abastecimiento son sencillos y seguros.

    Supuestos orígenes de Vampiros

    Se pueden dividir según su origen, en tres grupos...

    1.- Vampiros Involuntarios.
    - Son los hijos naturales de aquellos que a habían sido vampiros, o personas mordidas por vampiros

    2.- Vampiros incidentales.
    - Son individuos que murieron prematuramente, dejando algún pendiente en esta vida (amor, odio, rencores, etc.)...Los herejes, suicidas, excomulgados y otros sujetos similares.

    3.- Vampiros voluntarios.

    - Son los que a voluntad, son capaces de transformarse (lobos, murciélagos, niebla, perros, ratas, etc.)

     

    Razas de Vampiros 

     Estas son creencias particulares de cada región, lo que significa que si bien hay muchas criaturas que no se parecen a los vampiros o bien son demonios en algunas regiones eran considerados vampiros.
    Aquí hay algunas "razas" de vampiros:

     

    Asanbosam: Asanbosam es un vampiro Africano. Son vampiros normales sólo que ellos tienen ganchos en lugar de pies. Mordiendo a sus víctimas en el dedo pulgar.

    Adze: Un espíritu del vampiro que mora en las tribus de hechiceros, de la gente que habita parte del sudeste de Ghana y del Togo meridional en África. La Adze vuela en forma de luciérnaga pero, si está cautiva, cambia y se convierte en un ser humano. Bebe sangre, el aceite de palma y el agua de coco y sus presas son niños, especialmente los que son hermosos.

    Algul: Un vampiro árabe. La forma de este vampiro es tradicional un demonio femenino que se da festines con bebés muertos.

    Alp: Este vampiro alemán es asociado con el boogeyman y el incubus, normalmente ronda por las noches y en los sueños de las mujeres. Las manifestaciones físicas de esta criatura pueden ser muy peligrosas. Siempre relacionados con las pesadillas, el Alp es masculino, algunas veces se transforma en el espíritu de un pariente recientemente difunto. Los niños pueden convertirse en Alp cuando una madre utiliza el "collar de caballo" para facilitar el parto. Durante la edad media el Alp aparece en forma de gato, de cerdo, de pájaro u otro animal, incluyendo un perro del demonio de lechorus en Colonia, así conecta el hombre lobo dentro de esta leyenda. En todas sus manifestaciones el Alp se conoce por el uso de un sombrero. El espíritu puede volar como un pájaro, puede montar como un caballo y se le acredita con cierta actitud galante. El Alp bebe la sangre de los pezones de los hombres y de los niños pero prefiere la leche de las mujeres. Porque es de esta forma que el Alp toma control de los sueños.

    Aswang: Un vampiro de las Filipinas, se cree que de día es una hermosa mujer y por la noche demonio alado. El Aswang puede vivir una vida normal durante el día. Pero en la noche es conducida por pájaros a las casas de sus víctimas. Su alimento es siempre sangre, y prefiere alimentarse de niños. Esta criatura se reconoce por su forma al terminar de alimentarse, ella parece hinchada casi embarazada. Si el Aswang lame la sombra de las personas se cree que esta persona morirá pronto.

    Baital: Baital es el vampiro indio, su forma natural es mitad hombre, mitad murciélago, mide medio metro.

    Bajang: Un vampiro de Malayo, se asume que es hombre, aparece como un gato y normalmente como niños amenazadores. El Bajang se puede esclavizar y se obsequia de una generación. Se mantiene en un tabong (recipiente de bambú) el cuál es protegido por varios encantos. Mientras que él está encarcelado se alimenta con huevos y se tornara en su contra si no se le proporciona bastante alimento. El amo de este demonio puede enviarlo a infligir daño a sus enemigos, el enemigo generalmente muere tiempo después de una enfermedad misteriosa. Según tradiciones el Bajang vino del cuerpo de un niño recién nacido, y puesto fuera de él por varios encantos

    Baobhan-sith: Este vampiro Escocés normalmente se disfraza como una hermosa virgen así engañando a sus víctimas y allí mismo dándoles muertes. Baobhan-sith aparece vestido en verde.

    Bhuta: Vampiro de la India, normalmente es creado por la muerte violenta de un individuo. El Bhuta se encuentra en los cementerios o en lugares solitarios y oscuros, comiendo excremento o intestinos.

    Brahmaparush: Un vampiro de la India que goza el consumir seres humanos. Esta criatura bebe la sangre de sus víctimas a través de su cráneo, luego come el cerebro y finalmente procede a envolver con intestinos el cuerpo de sus víctimas y realiza una danza ritual.

    Bruxa: Un vampiro femenino de Portugal. El Bruxa es transformado en su forma vampírica por medio de la brujería. Ella sale de su hogar en la noche en forma de pájaro y su actividad más frecuente es atormentar viajeros perdidos y cansados. Dicen que generalmente aparece como una hermosa mujer y lleva una vida normal en el día, usando a los niños como su alimento predilecto.

    Ch'tang Shih: En China hay criaturas como Vampiros llamados Ch'Iang Shih, se crean por tener un gato que salto por encima de el cadáver de una persona . Aparecen pálidos y matarían con su respiración venenosa, en suma de agotar la sangre. Si un Ch'Iang Shih encuentra un montón de arroz, debe contar los granos antes de poder pasar. Su forma material es una esfera de luz.

    Cordewa: Una bruja encontrada entre los Oraons, con la capacidad de convertir su alma en un "gato vampiro". Se dice que si el gato lame los labios de una persona, esta muere al poco tiempo.

    Churel: Un vampiro parecido a un fantasma el cual se encuentra en la India, normalmente tiene forma de mujer que la cual a muerto embarazada durante el festival de Dewali. Ella odia la vida con un rencor incomparable el cual vuelve en contra de sus familiares. Se dice que El Churel tiene una apariencia un tanto vil, posee pechos que le cuelgan, labios feos y gruesos, una lengua negra y pelo descuidado.

    Civatateo: Esta bruja-vampiro se encontraba junto a los Aztecas. Dicho ser es sirviente de varias deidades lunares, se asume que es una noble mujer quien a muerto al dar a luz. Los niños son su alimento favorito, muriendo de una enfermedad poco después del ataque. Estos vampiros aparecen con las caras
    blancas, las manos cubiertas con tiza blanca, y los huesos dibujados en su
    ropa.

     

    Danag: Este Vampiro filipino es una de las especies más antiguas, responsable por plantar el "taro" a lo largo de las islas. El Danag trabajó con los seres humanos por muchos años pero la sociedad terminó cuando un día una mujer le cortó un dedo a un Danag, él secciono su herida, viendo el placer que le produjo el sabor a sangre él dreno completamente su cuerpo.

    Dearg-due: Una criatura temida de Irlanda, cuyo nombre significa " Red Blood Sucker. " Este vampiro data de la época céltica, y aun se le teme. La única manera de contener sus depredaciones es apilar piedras sobre cualquier sepulcro sospechado y así contener tal bestia. El cuento más famoso del Dearg-due es la historia de una mujer hermosa enterrada en Waterford, en una pequeña de la iglesia cerca de un árbol. Varias veces al año ella se levantaba de su tumba, usando su apariencia para llevar a su víctima a la tumba.

    Doppelsauger: Este vampiro alemán se encuentra en las regiones norte, entre los Wends (una raza de Eslava). El Doppelsauger comerá las partes carnosas del pecho y así dejara ir la esencia de la vida.

    Ekiminu: Ekiminus es alcohol maligno (medio fantasma, medio vampiro) no es causado por su propia muerte. Son naturalmente invisibles y son capases de poseer humanos. Se pueden destruir usando armas de madera o por exorcismo.

    Eretica: El vampiro ruso, es típico que este vampiro sea un hereje que ha vuelto de la muerte. Se dice que era una mujer la cual vendió su alma en vida y después vuelve en la forma de una vieja mujer. En el anochecer el grupo de Ereticy se encuentran en un barranco y realizan una forma de sabbat. Dicho ser, es activo solamente en el otoño, era creencia que con solo mirar a los ojos de esta criatura se obtiene la muerte.

    Estrie: Este espíritu hebreo, siempre con forma femenina y vive entre humanidad para satisfacer su necesidad de sangre. Su presa favorita son los niños, pero cuando la necesidad de comida se hace imperiosa ninguna criatura esta a salvo.

    Gayal: Este vampiro de India surge por la mala practica de los rituales de entierro. Cuando el Gayal vuelve toma venganza sobre sus hijos u otro familiar cercano.

    Impundulu: Este vampiro es sirviente de una bruja y se encuentra en la región este de África. Es pasado de madre a hija y sé utilizada generalmente para infligir el sufrimiento de los enemigos. Se dice que tiene un apetito insaciable y hay que mantenerlo continuamente alimentado, también puede tomar la forma de un hombre hermoso y así transformarse en amante.

    Incubus: Sin duda una de las formas más famosas de vampiros, la forma masculina del Succubus, el Imcubus usado para visitar a mujeres en la noche, y  hacerse su amante y atormentar sus sueños. Él posee todas las características del vampiro, cada noche visitas a sus víctimas, para así poder drenar la vida y a la fuerza de sus cuerpos con el deseo sexual extremo. Vampiros semejantes se han encontrado en comunidades gitanas y Eslavas.

    Jararacas: Vampiro brasileño, se cree que aparece en forma de serpiente, se alimenta del pecho de una mujer.

    Jigarkhwar: Una bruja vampiro la cual se encuentra en cierta región de India. Ella se alimenta extrayendo el hígado de las personas con mirada fija y varios encantamientos. El hígado después se cocina y se come, en este caso la víctima muere.

    Katalkanas: El vampiro de Creta es como muchos de los originales, pero sólo puede ser matado haciéndole un tajo en la cabeza y echándole vinagre hervido.

    Krvopijac: Estos son vampiros búlgaros. Se parecen a los vampiros normales, pero tienen un solo orificio nasal y una lengua puntiaguda. Se pueden inmovilizar poniendo rosas alrededor de sus tumbas. Puede ser destruido por un mago, que lo debe poner en una botella y tirarlo a una hoguera.
     
    Kasha: Este vampiro japonés se alimenta de cadáveres en sepulcros o bien los devora antes de la cremación.

     

    Kozlak: De este vampiro de Dalamtian poco se sabe. También es frecuente entre la creencia Croata.
     
    Kuang-shi: Vampiro chino, causado por la posesión demoniaca de un cadáver recientemente difunto. Este vampiro tiene una apariencia aterrorizante, a medida que se va haciendo mas viejo también gana habilidades, se rumorea que tiene la capacidad de volar.

     

    Lamia: Se supo de Lamias en la Roma antigua y Grecia. Son vampiros hembras, que a menudo aparecían mitad humano, mitad animal (a menudo la parte baja era una serpiente). Comen la carne de sus víctimas disfrutándolo tanto como cuando beben sangre. Se puede matar a un Lamia usando armas normales.

    Langsuir: Vampiro malayo con la forma de una mujer hermosa. Se dice que posee uñas extremadamente largas, viste trajes verdes y tiene pelo negro que llega a sus tobillos. Ella se alimenta con la sangre de los niños.

    Leanhaum-shee: Este es un misterio del folclore irlandés, realmente no es un vampiro pero su comportamiento si lo es. Ella utiliza su belleza increíble para engañar a los hombres a usando sus hechizos los pone bajo su encanto. La víctima es apartada y lentamente drenada de toda fuerza vital.

    Lobishomen: Este es un vampiro portugués y  brasileño, cuyas víctimas son principalmente mujeres. Este vampiro no mata realmente a sus víctimas solo toma pequeñas dosis de sangre. Después de su ataque las mujeres presentan tendencias ninfomaníacas.

    Loogaroo: Vampiro del Oeste de India cada noche se dirige al "árbol del diablo" y una vez allí  se quita la piel. El acecha a sus víctimas volando en forma de Bola Sulfurosa (sulfurous ball).
     
    Lugat: Se dice que este vampiro albanés es razonablemente inofensivo, solo toma poca sangre de sus víctimas, no llegando a causarles mayores daños.

     

    Mara: Vampiro  Eslavo, también se encuentra en las leyendas de la gente de Kashube en Canadá. Se cree que es el espíritu de una mujer sin bautizar, la consideran un terrible visitante nocturno que oprime a sus víctimas. En la leyenda Eslava una vez que el Mara bebe la sangre de una persona ella se transforma en su amante y volverá a visitarlo hasta causarle la muerte. También se cree que le apetece la sangre de los niños.

    Masan: Vampiro de la India es generalmente el fantasma de un niño, que se deleita en atormentar y matar a otros niños.

    Masani: Vampiro femenino de la India, se dice que es el espíritu de la tierra de las tumbas. Su piel es de color negro y su cacería comienza en la noche generalmente por algún rezo a un difunto. Cualquier persona que pase por el sitio del entierro será atacada.

    Mormo: Este vampiro de la mitología griega es sirviente de la diosa Hecate y se cree que viene del submundo.

    Moroii: Un vampiro rumano en vida. Puede ser hombre o mujer, y muestra muchas de las características de un Strigoii.

    Muroni: Este vampiro se encuentra en la región de Valaquia en Rumania. Se dice que tiene la capacidad de cambiar en diversas formas animales. En una de estas transformaciones el Muroni puede matar con mayor facilidad.

    Nosferatu: Nosferatu es otro nombre para el vampiro original, que se llama también vampire o vampyre.
     
    Nachzeher: Vampiro que se encuentra en Kashubes al Norte de Europa. Este vampiro tiene la capacidad de matar a sus parientes por medios psíquicos.

     

    Nelapsi: Este vampiro eslovaco puede causar un gran daño a los seres vivientes. Se dice que el Nelapsi ha devastado aldeas enteras. También tiene la capacidad de matar con un solo vistazo.

    Neuntoter: Vampiro alemán, considerado ser un gran portador de plagas.

    Obayifo: Este vampiro viviente se encuentra entre la gente de Ashanti en la Costa de Oro en África. Se cree que puede ser tanto un hombre como una mujer y que por las noches deja su cuerpo humano para alimentarse. También se cree que le gustan los jóvenes y además puede causar daños en las cosechas.

    Pacu Pati: Poderoso vampiro de la India. La criatura es el Señor de todos los seres que cometen travesuras. Aparece en la noche en cementerios y en lugares de ejecución.

    Pelesit: Vampiro Malayo. Este vampiro invade el cuerpo de las personas, causando enfermedades y muerte. Las víctimas deliran y se encuentran bajo su posesión.

    Penanggalan: Este vampiro Malayo vuela por las noches solamente con su cabeza y su cuello con sus intestinos colgando debajo. La criatura es siempre femenina y se alimenta generalmente de niños o mujeres de parto.

    Pijavica: Vampiro esloveno. Es creado como consecuencia de una mala vida llevada por una persona, tal como el incesto. Se alimenta de parientes o descendientes.

    Pisacha: Este vampiro de la India dista ser una criatura creada por los vicios de la humanidad. Por el contrario, el Pisacha es una deidad malvada, su pasatiempo favorito es el consumo de cadáveres frescos, también puede curar enfermedades, pero esto lo hace solo en raras ocasiones.

    Polong: Vampiro de Malasia, creado  embotellando pedazos de un hombre asesinado se usa para realizar ciertos rituales arcaicos, se crea un enlace entre el creador del Polong permitiendo que el se alimente un poco cada día por medio de su dedo. El Polong es asociado con el Pelesit.
     
    Ramanga: Este vampiro viviente se encuentra en Madagascar. Es sirviente de los ancianos de la tribu, el Ramanga consumiría los recortes de las uñas y la sangre derramada de un miembro noble de la tribu.
     
    Rakshasa: Rakshasa es el vampiro indio con superpoderes siendo también un mago. Usualmente aparecen como humanos o se parecen a un animal (garras, colmillos, ojos, etc.) o como animales con rasgos de humanos (pies, manos, nariz, etc.). El lado animal es muy a menudo un tigre. Comen a las víctimas, descarnándolas además de beberse la sangre. Se puede destruir a un Rakshasa por la ardiente luz del sol o exorcismo.

     

    Strigoii: Este es el vampiro Rumano. Strigoiuls es como muchos de los vampiros originales, pero les gusta atacar en bandadas. Se pueden matar poniendo ajo en su boca o quitando su corazón.

    Succubus: Este es un vampiro europeo. La manera de alimentarse es teniendo relaciones sexuales agotadoras con la víctima, alimentándose de la energía sexual. Ellos pueden asumir la apariencia de otras personas. A menudo visitarán a la misma víctima más de una vez. La víctima de un Succubus experimentará las visitas como sueños.

    Sbenefici benefici: Un vampiro italiano, distando de ser una deidad es enemigo mortal de todos los vampiros.

    Striges: Un bruja-vampiro que la cual se puede transformar en un cuervo y después beber la sangre de los seres humanos. Clasificado entre los vampiros vivos.
     
    Talamaur: Este vampiro viviente se encuentra en Australia. Esta criatura puede comunicarse con el mundo de los espíritus, haciendo a alguno de estos espíritus su sirviente. El Talamaur puede enviar su alma para drenar la esencia vital restante de un cadáver fresco.

     

    Tlaciques: Estas brujas Vampiros fueron encontradas entre los indios de Nahuatl en México. Pueden convertirse en una bola de fuego o en un pavo, y en estas formas se pueden alimentar inadvertidamente.

    Ubour: Este vampiro búlgaro es creado cuando una persona muere violentamente o el espíritu rechaza dejar el cuerpo. Estos restos permanecerán enterrados cuarenta días y entonces se levantara de la tumba. No beberá sangre hasta que se extinguen sus otras fuentes del alimento. Se dice que el Ubour puede crear cierto resplandor con su movimiento.

    Upier: Vampiro polaco bastante inusual, este vampiro se levanta a mediodía y regresa a descansar a medianoche. Se cree que tiene una lengua con púas y consume cantidades excesivas de sangre. La fascinación de esta criatura por la sangre va mucho más allá que la de otros vampiros.

    Upir: Este vampiro se encuentra en Ucrania, lo que se observa en esta especie es el gran consumo de pescados.
     
     Upyr: Este vampiro ruso sé considerado como extremadamente vicioso. Primero atacará a los niños y enseguida continuará matando a los padres. Como  el Upier el Upyr se levanta durante el día y duerme en la noche, y es por esta razón que su aspecto es bastante humano.

     

    Ustrel: Este vampiro búlgaro caza exclusivamente ganado. Se cree que es el espíritu de un niño recientemente muerto el cual no se ha bautizado.
     
    Utukku: Espíritu de un vampiro Babilónico, visto a veces como un demonio. Se cree que puede ser el espíritu de una persona recientemente difunta que ha vuelto del sepulcro por una razón desconocida.

     

    Upierczi: Estos vampiros tienen sus orígenes en Polonia y Rusia llamados también Viesczy. Tienen un aguijón debajo de la lengua en lugar de los colmillos. Están activos del mediodía a la medianoche y pueden ser destruidos cuando su cuerpo es quemado. Cuando el cuerpo ya esta quemado estallará y aparecerán animales ( ratas, etc.). Si cualquiera de estas criaturas escapa, entonces el espíritu del Upierczi escapará y volverá para buscar venganza.

    Vlokoslak: Vampiros Serbios también llamados Mulos. Normalmente aparecen como personas que llevan ropa blanca. Están activos tanto de día como por la noche pudiendo asumir forma de caballos y ovejas. Ellos comen a sus víctimas y beben su sangre. Pueden ser matados cortando un dedo del pie, o por apretar una uña en su cuello.

    Varacolaci: Este vampiro rumano es considerado como uno de los más poderosos. Se dice que tiene la capacidad de causar eclipses lunares y solares. Pueden aparecer como un ser humano con la piel pálida y con la piel seca. Pueden transportarse astralmente.

    Volkodlak: Esta especie se encuentra en Eslovenia, conectada de alguna forma con las leyendas de los hombres lobos.

    Vourdalak: Vampiro ruso, considerado en el folklore ruso como una mujer hermosa pero malvada.

    Vrykolakas: Especie de vampiro encontrado en las regiones del Adriático y del Egeo. Es creado por varios medios incluso por llevar una vida inmoral. Viaja en la obscuridad y golpea las puertas, diciendo en voz alta el nombre de algunos de los habitantes de esa casa, si se responde esa persona muere poco tiempo después. Obtiene ciertas habilidades a medida que pasa el tiempo.

    Vrykolatios: Una especie de vampiro se encuentra en la isla de Santorini.

    Zmeu: Esta figura vampírica se encuentra en Moldavia. Toma la forma de una llama y entra en el cuarto de una muchacha o de una viuda joven. Una vez dentro, la llama se convierte en hombre, el cual las seduce.

    El Vampirismo y la Ciencia 

    Realidades (Transformaciones clínicas y/o patológicas)

     

    - Hematofagia

     Ingestión de sangre propia o de extraños, con fines de placer, excitación erótica, nutrición o por rituales.

    Hay un grupo importante de clubes en las grandes ciudades, donde los miembros llamados VIP (Vampire Interested People) intercambian su sangre, produciéndose mutuamente heridas o chupando vendas ensangrentadas, extraídas de quirófanos y salas de urgencias de los hospitales

    Con la propagación del SIDA, se frenó un poco esta actividad, dando lugar al Autovampirismo, que consiste en provocarse heridas uno mismo, para beber su propia sangre.

     

    -La Catalepsia

    En muchos casos se enterraban personas vivas que estaban en un estado de sueño profundo y que luego, al despertar y sufrir un ataque de pánico como consecuencia de encontrarse encerradas en un ataúd, se rompían las uñas en un baldío intento de levantar la tapa y escapar. Cuando se producía alguna epidemia que diezmaba la población o sucedían muertes inexplicables, los campesinos exhumaban las tumbas y en ocasiones hallaban cadáveres con expresiones agónicas, las uñas melladas y cubiertas de sangre y el estómago abotargado. Esto les llevaba a la creencia de que era un no muerto y, por tanto, el causante de todos los males; de modo que para acabar con él le clavaban una estaca en el corazón y le cortaban la cabeza. A los anatematizados por la Iglesia con el estigma de vampiro se les enterraba en los cruces de caminos, para confundirles en el caso de que decidiesen abandonar sus fosas.

     

    - Porfiria

    Hay quien dice que existe una base genética para explicar lo que la superstición interpretó como vampirismo. Es una enfermedad, o mejor, un grupo de enfermedades, llamadas porfirias, nombre que surge debido a que las personas afectadas tienen dificultades para sintetizar, precisamente, las porfirias, sustancias que, al combinarse con determinados metales, juegan un papel fundamental en el metabolismo de plantas y animales.
    Los que padecen esta enfermedad, en especial en su variante llamada porfiria eritropoyética, no pueden exponerse al sol sin sufrir lesiones en la piel. A causa de la fotosensitividad, el enfermo huye de la luz intensa, en especial la del sol y si sale, lo hace solo de noche.
    Es que la luz hace que la piel se ponga colorada y con ampollas, que luego dan lugar a horribles cicatrices. Los afectados pueden perder los dedos, nariz u orejas. Los ojos se ponen rojos y también se desarrollan pelos anormalmente, lo que se llama hirsutismo o hipertricosis.
    Como puede apreciarse, la porfiria eritropoyética daría al enfermo gran parte de las características que la leyenda le atribuye al vampiro (pálido por la anemia, con ojos rojos y pelos en las palmas de las manos, algunos además con una tonalidad rojiza en los dientes, etc.).

    La causa genética de las porfirias es un mal funcionamiento de la secuencia enzimática del grupo HEM o HEMO de la Hemoglobina, pigmento de la sangre que hace que esta sea roja. El grupo HEM es quien transporta el oxigeno de los pulmones al resto de las células del organismo.

     

    Tenemos así, en plena Europa medieval por dar una época y un lugar, un pobre hombre que vaga por las noches, porque no soporta el sol, ostentando la palidez típica de la falta de hemoglobina y los dientes enrojecidos...vayan haciéndose el escenario.

    Parece que, así como en países pobres se conocen casos de niños desnutridos que, inconscientemente trataban de compensar su carencia de minerales comiendo tierra o lamiendo paredes pintadas con cal, algunos porfiricos sentían necesidad de beber sangre, para abastecerse de hemoglobina.

    La naturaleza genética de las porfirias, sumada a costumbres endogámicas entre algunos grupos étnicos y otros factores medioambientales podrían haber desencadenado la enfermedad en personas genéticamente predispuestas... y de aquí la idea que quien fuese mordido por un vampiro se convertía en uno de ellos a su vez.

     El Ajo y los Vampiros

     En nuestros hígados poseemos una enzima conocida como citocromo P-450. La función de esta enzima, junto con otras, es la de remover del organismo sustancias que no son solubles en agua produciendo productos que si son hidrosolubles, y así desintoxicar el hígado. El citocromo P-450 posee, al igual que la hemoglobina. el llamado grupo HEM o HEMO. En este caso sin embargo, el grupo HEM cumple una tarea diferente. Este grupo HEM puede ser destruido si te toman determinadas drogas o compuestos orgánicos, como por ejemplo, el ajo, uno de cuyos principales constituyentes es el dialkilsulfito. La ingesta o aspiración de ajo puede aumentar las severidad de un ataque de porfiria, porque le disminuye aún más el hemo al enfermo.

     

    EL VAMPIRISMO

    Es Una Corriente cultural que tal como la conocemos ahora tiene sus principios en países europeos como Alemania, Rusia, Inglaterra y a la par se dio en América, en especial a los Estados Unidos a finales de los años 50’s y principios de los 60’s, aunque se vio opacado por el movimiento Hippie, que vivía su máximo esplendor.
    Para poder entender este movimiento también llamado de “Contra Cultura” Es necesario estudiar los siguientes aspectos:

    1.- Música
    2.- Aspecto social Y económico de estos países
    3.- Mentalidad

     

    Música:

    La música es en verdad un aspecto muy importante y es el medio por el cual este movimiento gana cada vez mas adeptos, hay que mencionar que los tres aspectos antes mencionados tienen mucha relación entre sí. En la música, la mentalidad de el Dark - Gotico es definitiva y es la esencia del mismo. Por los años 50’s 60’s surge en E.U.U. un movimiento de jóvenes sin un objetivo, ni rumbo, que pregonaban el uso de sustancias prohibidas, amor, sexo, exhibicionismo, en esa época surge un grupo musical comandado por un chico de nombre Jim Morrison, el cual se convierte en el primer símbolo real y clave para el desarrollo del genero Gótico con sus letras un tanto psicodélicas - suicidas y hasta pervertidas y la música no escuchada hasta ese entonces, con tonalidades depresivas e hipnóticas con letras que hablan de serpientes, fuego, sexo, oscuridad, rosas, jinetes. Tal ves Jannis Joplin lo hiso antes que Jim, pero fue él, el boom de el genero, cabe mencionar que Jim era poeta, y el arte y la belleza es algo muy apreciado en el Dark - Góthic.


    El Aspecto Socio - Económico:

    Siendo los países percusores del genero los mas afectados por las guerras y Estados Unidos en la Guerra de VietNam se generó un desprecio y odio a los demás, a los dirigentes y políticos con una juventud ansiosa de encontrar un lider, un icono a quien seguir, surgió un afán de contradecir todo lo ya establecido de ahí de que también se le diga ” De Contra Cultura ” o de ” Cultura Alternativa ” los dark´s - Goticos se veían inmersos en una ” Sociedad Vampirica”: El Capitalismo. De esta forma el Vampiro se transformó en una especie de imán que atraía hacia sí todo aquello que se le antojaba, al igual que el capitalismo, el vampiro también ha personificado a los demonios del mal, que no pocas veces se caracterizaban por su insaciabilidad. de esta forma, el gobierno o los señores del dinero caracterizaban a un autentico vampiro y la sociedad la víctima.
    Un grupo de esta sociedad, influenciados por grupos musicales de protesta opto por pintarse los rostros de blanco simulando a la muerte, la muerte que recibían poco a poco por parte del capitalismo, de aquí otra similitud con el vampirismo, la relación Vampiro - víctima, un vampiro extrae sangre de su víctima poco a poco al igual que el capitalismo sangra al pueblo poco a poco, pero ambos, Capitalismo - Vampiro conducen a su victima a una muerte segura.

     

    Mentalidad

    la forma de pensar del Dark - Gothic es fundamental al igual que en cualquier corriente del pensamiento, la mentalidad es lo que los hace diferentes, esto incluye la música que escuchan, su forma de vestir, las películas que prefieren, su forma de divertirse la forma de querer de amar de apreciar las cosas y objetos por su belleza una belleza muy bizarra y casi subliminal que una persona que no fuera Gothic seria incapaz de apreciar, por ejemplo para una persona algo bello podria ser un atardecer con un viento cálido y una suave luz solar con un clima despejado en un campo con aire limpio, para un Dark el concepto de belleza cambia: Un Ocaso casi apocalíptico ( sin ser exagerado ) una paloma blanca muerta, una joven hermosa desnuda, sin caer en la pornografía y vulgaridad o la soledad infinita de la oscuridad total.
    La forma de vestir es muy sencilla, solo una larga gabardina negra que cubra desde el cuello hasta debajo de las rodillas o cualquier prenda negra o con tonalidades moradas o violetas, lo cual hace alusión a las brujas de la edad media ademas de dar un aspecto tétrico y deprimente, su forma de ser aparenta tristeza y desinterés en todo lo que les rodea o esté fuera de su circulo.

    Cómo atraer a un Vampiro. 

    Una de las formas más utilizadas para atraer a un vampiro consistía en elegir un niño o una niña, lo suficientemente jóvenes como para ser vírgenes, y sentarlos sobre un caballo de color negro, que también fuera virgen y que no hubiese tropezado nunca. Se llevaba al caballo al cementerio y se lo hacía pasar sobre las tumbas. Si se negaba a pasar sobre una de ellas, era una clara señal de que allí estaba enterrado un vampiro; entonces se sentaba a los niños sobre la lápida, y cuando cayese la noche, el vampiro seguiría invariablemente el rastro dejado por el aroma de los infantes.

    Esta creencia está muy bien descripta en la novela de Ann Rice, Interview with a vampire.

    Algunos folkloristas sostienen que las lápidas en un principio no eran para llevar inscripciones que ilustren sobre la vida pasada del difunto, sino como un método para impedir que los vampiros se alcen de sus tumbas.

    Existen otros métodos, acaso más modernos, para atraer a los vampiros; los cuales consisten en aplicar al revés los métodos tradicionales para alejarlos. Por ejemplo: Así como los vampiros aborrecen el ajo, adoran el aroma de las amapolas, razón de más para utilizarlas en caso de intentar convocar a un vampiro, o a cualquier otra entidad nocturna.

    En los mitos del este de Europa, encontramos muy pocos remedios tradicionales para convocar a los vampiros, ya que en esa zona, los vampiros suelen ser bastante poco agradables y de existencia miserable. Voltaire solía burlarse de esto, diciendo que la creencia en vampiros es proporcional a la ignorancia de los pueblos que profesan su fe.

    Pero en la iluminada cultura de la Europa de Voltaire, también se agitaba el gérmen del vampirismo, el cual adquiría muchas e incongruentes formas. Las leyendas fueron ganando en sutilezas, en pequeñas contradicciones que aumentaron lentamente la creencia en los vampiros.

    Se empezó a creer que los vampiros pueden ingresar en una habitación sólo cuando la víctima lo permitía, conscientemente o no. Veamos algunas formas en las que un vampiro podía hacerse presente en el lecho de una dama:

    No era necesaria la ausencia de objetos religiosos; ya que los vampiros no temen ningún símbolo en presencia de personas frívolas, sólo los aborrecen cuando las cruces y relicarios sirven como armas en manos de hombres de intensa fe. Las rosas, en cambio, producen en los vampiros un fuerte rechazo, especialmente las blancas. Tampoco es recomendable tener un recipiente con agua en la habitación, particularmente cerca del lecho, ya que los vampiros no pueden cruzar ningún límite marcado con agua; y esto funciona, dentro de la leyenda claro, tanto para los ríos, como para un simple vaso con agua.

    Es importante destacar, que una vez que el vampiro se ha hecho presente en la solitaria habitación, tanto la ignota dama como el vampiro son igualmente responsables por el bienestar del otro. Nos explicamos:

    Así como un vampiro necesita una invitación para hacerse presente en una casa, también necesita de una autorización para abandonarla. Motivo por el cual, los vampiros suelen alimentarse visitando el cuarto de sus desdichadas amantes, pero jamás les dan muerte dentro de aquellos límites; ya que sin la autorización de la víctima, el vampiro no podrá abandonar el lugar.

    Es entonces que la mujer y el vampiro deben complementarse: él leerá sus deseos más recónditos, incluso aquellos de los cuales la mujer no es enteramente consciente, y saciará todos sus apetitos a medida que la vida va derramándose sobre las sábanas. Ella le ofrecerá el cáliz de su cuello palpitante; se irá diluyendo entre sus lascivos abrazos; pero el placer será apenas una anticipación, jamás terminará de consumarse, y cuando la sombra del vampiro abandone la habitación, nuestra desconocida Dama creerá haber tenido un sueño espantoso, sentirá sobre sus labios los ecos de un beso frío, helado como la tumba; su cuerpo temblará, sus lívidos dedos recordaran la textura etérea de un cuerpo masculino.

    No recordará el rostro de su siniestro visitante. La noche será como una pesadilla agitándose en aquel rincón de la mente al que no podemos acceder. ¿Sucedió aquello?, se preguntará.

    La imaginamos debatiéndose al intentar conciliar el sueño, la mente atribulada por las dudas, y por el horror. La habitación parece cerrarse sobre ella; las paredes bañadas en sombras, las cortinas danzando suavemente con la brisa nocturna.

    La soñamos acariciando la lubricidad de su sexo en las tinieblas; intentando recordar un momento que acaso jamás tuvo lugar. Entonces verá, sobre la blanca palidez de las sábanas, una diminuta perla púrpura, la joya roja de sus venas; y ya no habrán más dudas.

    No sabemos si nuestra imaginada doncella volverá a dormir con las ventanas abiertas, aunque sospechamos que sí.

    El Libro de los Vampiros. 

    Varios de ustedes ya deben estar enterados del caso, especialmente aquellos que viven en Buenos Aires y en los pueblos circundantes. Para mí, lo mórbido del asunto radica en que yo conocí personalmente a Franco, y nunca, ni en mis sueños más exaltados, pude imaginar que en su alma se agitasen semejantes fantasmas.
    Para quien tenga la voluntad de hacerlo dejo a continuación algunas de las notas que pude copiar de los originales, los cuales están en poder de la policía, naturalmente. Fue una tarea difícil traducir los garabatos de Franco, ya que es evidente que cuando los escribió ya padecía de severas alucinaciones.
    Aquí está el Diario de los últimos días de mi amigo.


    Jueves. Noche.

    El silencio era mi compañía, y los libros, claro; siempre los libros.
    Mi felicidad adquiere muy pocas formas, y una de ellas es la lectura. Supongo que en un mundo como el nuestro, cada vez menos gente siente ese cariño por los libros, y no hablo de la lectura en su totalidad; generalidad inconcebible que abarca hasta las indicaciones de un prosaico jabón en polvo, sino de la lectura de libros, del libro como rostro de la felicidad.

    Hace algunos años heredé la biblioteca de mi abuelo, el cual poseía algunas primeras ediciones, nada demasiado notable, me temo; pero en cuya inmensidad me había sumergido durante mis primeras exploraciones literarias.

    Recibí los textos en mi hogar, y pronto comencé a deambular por aquellos parajes conocidos, que sin embargo habían adquirido con los años algunos matices nuevos, tersuras que no había sospechado en mi juventud. Así fue como dí con el Libro de los Vampiros.

    Estoy seguro que el abuelo lo adquirió en los años posteriores a mi partida, ya que de otra manera lo hubiese reconocido: Lomo negro, cinco anillos, cuero de Tesalia, oscuro y duro como la cima del Parnaso, y en la tapa, un rostro, la viva imagen de mis pesadillas.

    Esperaré al fin de semana para estudiarlo, no quiero que nada importune ese momento de profunda intimidad que es la lectura. El sólo pensar en devanar sus páginas me produce un vértigo casi patológico; casi me atrevo a afirmar que la aguda puntada que siento en el estómago, es producto del placer anticipado de su lectura.


    Viernes. Crepúsculo.

    Me senté frente al libro, con una taza de café y un bloc de notas para ir desgranando mis observaciones, tarea en la que suelo dar algunos atisbos de astucia mal encauzada. Nada, ni siquiera la lectura de los más abominables grimorios medievales, iban a prepararme para los horrores que contemplé en sus páginas.

    La primera página impresa contenía unos caracteres que no me resultaron extraños, eran abreviaturas, pero no del latín vulgar, como suele ocurrir en estos casos, sino de un dialecto, muy utilizado por los monjes italianos del siglo XII para comunicarse con los copistas enviados por los países nórdicos, pero poco conocido en las escrituras encriptadas de siglos posteriores, llamado la Teufalia.

    En esta página se hacían ciertas advertencias al lector, sobre cómo se debía actuar en caso de caer en las manos del clero, o aún peor, en las de su brazo armado, la Santa Inquisición.

    La primera prueba impuesta al iniciado era el desarraigo de las cuestiones mundanas, razón por la cual, se imponía como prueba de valor realizar un crimen, cuyas particularidades consistían en estirar el sufrimiento de la víctima hasta los límites del infierno. Mis ojos no daban crédito a lo que veían: allí se daban instrucciones precisas sobre como dilatar las agonías del envenenamiento durante años, incluso décadas.

    ¿Qué macabra voluntad es capaz de contemplar los horribles estertores durante años, los gritos lastimeros, agónicos, y sin embargo seguir suministrando a la víctima las dósis necesarias para que sufra indeciblemente, pero negándole el placer de una capitulación?

    La sola lectura de ese texto diabólico era nauseabunda en extremo, de sus páginas se desprendían las más horribles pesadillas que un hombre puede concebir. De todas maneras, y pido perdón a Dios por ello, sus hedores tenían algo de narcótico, algo persuasivo que impulsaba hacia adelante, a seguir sin importar qué nuevas formas del horror nos depararían las siguientes páginas.
    Ya bien entrada la madrugada, cerré el libro, agotado, con un agudo palpitar en el estómago.


    Sábado. Alguna hora de la Oscuridad.

    No sé que extraña fuerza me atenaza, pero no pude tocar el libro mientras el sol estaba alto en el cielo. Supongo que debo estar ciertamente sugestionado, y no es para menos. No sé qué me atemoriza más, si mi atracción hacia el manuscrito, o mi absoluta ausencia de pesadillas durante la noche posterior a su lectura.
    Los dolores de estómago ceden durante la lectura del texto.

    Comencé la lectura en esa hora incierta que precede a la aurora.
    En los nuevos capítulos anidan nuevos fantasmas. Al parecer, el manuscrito es, después de todo, una versión de un grimorio desaparecido, posiblemente relacionado con el Códex Seraphinianus, pero anterior al Petit Albert. Ya se vislumbra la sombra de los vampiros, sus indicaciones son precisas, quirúrgicas. Cada vez me convenzo más de que ninguna mano humana ha podido esgrimir semejante lienzo de espantos.
    No. La Respuesta hay que buscarla en otro lado.

    La segunda parte de la iniciación consiste en la profanación de tumbas, tarea atroz que es descrita con toda minuciosidad.
    Es necesaria la carne impura de un pariente de sangre para realizar el ritual, cuya lectura pretendo finalizar antes de mañana.


    Domingo. Noche.

    La verdad me ha iluminado con un resplandor cegador. Las últimas páginas hablan de pasión, de sangre; hablan del despertar a una nueva realidad.
    Tiene que ser cierto. Todo es demasiado coherente para enmascarar un fraude. El abuelo bien lo sabía, y la abuela...bueno, la abuela ha sido un elemento necesario, vital, de la Gran Obra.

    Dejo un breve fragmento para que entiendas, Sebastián, que las palabras no son frías expresiones de la mente humana, sino de algo más:

    "...Así como el Salvador vierte su sangre divina para purificar al mundo, nosotros vertimos la nuestra para concebir a nuestros hermanos; y Él, hijo del cielo, que convirtió a los hombres en sagrados mediante su sacrificio, nosotros, os santificamos con nuestro sublime amor, cuya naturaleza consiste en alejar a los hombres de las garras de la fe. No huiremos, ni rehusaremos de nuestra esencia. Nuestro señorío permanece en las sombras, más no nos ocultamos, vivimos entre el ganado, entre el latir de vuestros corazones, entre las revoluciones que se agitan en vuestras venas, cáliz de vuestros espíritus efímeros e informes. Escuchad nuestro llamado y abrid los ojos a la Noche Eterna, nuestra tierna Madre os espera para arroparos con su manto de sutil ternura, de caricias que no conocen la vergüenza. Escuchad nuestro susurro en las cortinas de la habitación, en el viento que agita los árboles, en la sombra furtiva que se escapa a vuestros ojos, pero que palpita en vuestros espíritus con la intensidad de la realidad más tangible. Escuchad el llamado, Ella os espera..."

    El cementerio está cerca...la piel que envuelve este cuerpo humano pronto será un velo para la otra naturaleza, aquella que palpita en mis venas con una pulsión irrefrenable.

    No hay nada más para escribir, no tengo palabras, Sebastián, no hay herramientas en ninguna lengua humana que puedan expresar este fuego en los labios, esta necesidad de vida, de sentir el terciopelo de un ignoto cuello estallar bajo mis colmillos.

    Me despido, el Libro es tuyo, para quemarlo...o para leerlo, y unirte a nosotros.

    Tu Amigo, Franco.


    El resto pertenece a las noticias policiales, las cuales han dedicado algunas líneas a esta pequeña tragedia, y nada más. El mundo jamás se sacia de horrores.

    Para completar algunos detalles oscuros del relato, diré que Franco violentó la bóveda donde descansaban los restos familiares y practicó allí sus rituales, los cuales, por prudencia, prefiero omitir.

    Los forenses, quienes debieron primero probar que los restos que aún se conservaban pertenecían a los abuelos de mi amigo, han logrado abrir un nuevo sumario sobre el que nada se sabía antes de esta pesadilla. Al parecer, en el cadáver de la abuela de Franco, Martina Chialvino, se han encontrado restos de algo que bien pueden ser las secuelas de un cáncer óseo (del que nunca tuvimos conocimiento), o los residuos de la ingesta prolongada de ciertas sustancias tóxicas.

    De Franco, no sabemos nada; después de profanar el sepulcro familiar ha desaparecido. La policía confía en atraparlo pronto.
    Sobre el Libro de los Vampiros no puedo decir mucho, ya que no pude encontrar ningún manuscrito que coincida con la descripción que se da en el Diario de mi difunto amigo.

    Por estos días me estoy hospedando en la casa de Franco, hasta terminar con las tediosas e interminables tareas burocráticas que suelen rodear a la muerte de un hombre joven. Reconozco que durante las noches tengo miedo, imagino que en cualquier momento oiré sus pasos acercándose a mi habitación; pero a decir verdad, lo que más me preocupa no son los pasos de mi amigo, ni El Libro de los Vampiros, ni las profanaciones ni los espectros, sino este curioso y punzante dolor de estómago, que coincidió con el inicio de estos horrores, y que cada día comienza a duplicar su violencia.

    ¿Qué es un vampiro psíquico? 

    Podemos definir a los vampiros psíquicos como una raza de seres que se alimentan de la energía psíquica, emocional y corporal de sus víctimas.

    Las leyendas etílicas afirman que los vampiros psíquicos no siempre son conscientes de su condición. Muchos de ellos, incluso, aseguran a viva voz que sólo dedican al comercio, las finanzas, la política o la timba.

    El vampirismo psíquico se extiende por todos los estratos sociales. Normalmente, la definición: vampiros psíquico -o vampiro emocional- es aplicada por las clases sociales altas. Los pobres simplemente los denominan: mufas, yetas o turcos. Existe una mecánica similar en otros términos. Por ejemplo, si ud es rico, y adepto a las mentiras, será catalogado como mitómano, mientras que si es de recursos moderados, será llamado pelagatos, chanta, pelafustán, etc.

    Los vampiros psíquicos pueden ser tanto hombres como mujeres. Incluso se ha sabido de una cotorra vampira en las costas del Báltico. Los lugareños la bautizaron Arghailgh, debido a la acidez de sus comentarios.

    Los vampíros psíquicos masculinos suelen ser hombres bucólicos, taciturnos; el típico caballero que observa las tertulias con cara de culo, pero que jamás deja de asistir a ninguna. Suelen dedicarse a la psicología u otras ramas de lo paranormal. Son petisos, hirsutos, y rinden un macabro culto a Marcel Marceau.

    Los vampiros psíquicos femeninos son los más astutos. Jamás revelan su naturaleza, debido a que su digestión es más lenta que la de sus colegas masculinos. Pueden pasar años vampirizando a familiares, amigas o aves de corral, sin que nadie detecte sus hábitos pecaminosos. Son evangelistas.


    El Mito de la Vagina Dentada.

    Dos clásicos de la demonología, Ulrico Molitor (de Lamiis et pythonicis mulieribus,1489) y Jean de Wier (Lamiis líber,1577) se han ocupado extensamente de este personaje fabuloso, casi siempre mencionado en plural, aunque con los típicos prejuicios de su época, asociándola a la brujería y viendo en su imagen una suma de todos los aspectos negativos de la femineidad.

    Enajenada desde los orígenes del mito, a causa de una injusta venganza (la divina Hera, celosa de sus amores con su marido Zeus, mató a casi todos los hijos que ella había concebido con el dios, la única que logró escapar a la venganza fué Escila). Lamia y sus pares se cebaron desde entonces en los niños ajenos y en sus padres; vampirizando a los pequeños y seduciendo hasta la demencia a los adultos, en represalia por sus hijos perdidos y por despecho hacia la deidad que la gozó en el lecho, pero que no se dignó a defenderla de la cólera celeste.

    Se la conocía también bajo el nombre de Anatha, y una de sus curiosas habilidades consistía en poder quitarse los ojos a voluntad, incluso llegó a ayudar a varios héroes prestándoles sus globos oculares.

    Bajo el nombre de Empusa adquirió, ya entre los romanos, la característica central con la que su sombra ha llegado hasta nosotros. Es la enemiga por antonomasia del género masculino, al que hace responsable del mal trato y de la discriminación que en general padecen las mujeres.

    Conocida como "La devoradora de hombres", ya que su leyenda la acusa literalmente de comérselos, luego de cautivarlos con una belleza que nunca otorga lo que promete, y de atraerlos para consumar sus propósitos a lugares desiertos. La moderna simbología ha querido ver en ésta singular demonia el arquetipo del temor ancestral de los varones ante el misterio de lo femenino, y también la famosa y explícita metáfora freudiana sobre la "vagina dentada". El etnólogo Leo Frobenius (mitologías del atlántico), y más tarde Carl Jung (transformaciones y símbolos de la libido), han glosado tales interpretaciones y la relacionan así mismo con el Lamio, pez abisal de los mares ibéricos, famoso por su voracidad.


    Abrahel.
    La Reina de los Súcubos.

    Demonia que se dedica a seducir a los pobres de espíritu (principalmente a los campesinos y gente de poca instrucción), tomando siempre la forma de una mujer bellísima que los cautiva y dispone de ellos a su antojo, llevándolos a cometer verdaderas locuras.

    Nicolás Rémy, que la describe en su Demonolatría con una mezcla de prudente respeto y de temor, aporta un dato que oscila entre la crítica y el elogio, según cómo se lo interprete; al momento de su aparición, y con sólo contemplarla, "todos los miembros del observador se vuelven rígidos".

    A nuestros lectores con problemas prostáticos, recomendamos no convocar a esta súcubo para soslayar sus padecimientos, ya que Abrahel suele agotar rápido la vitalidad que su presencia otorga. Para aquellos que suelen despertarse con una erección, lamentamos anunciarles que ya son víctimas nocturnas de Abrahel, y nada podemos hacer para ayudarlos.

     

    Claro de Luna.
    Clair de Lune, Seabury Quinn (1889-1869)


    De Grandin, mi amigo, se volvió hacia mí, enarcando las cejas y con los labios redondeados, como si se dispusiera a emitir un silbido.
    -Comment? –preguntó-. ¿Qué decía usted?
    Sonreí.
    -Usted me comprende perfectamente -repuse-. Le decía que de no saber yo que es un misógino empedernido pensaría que está considerando en estos momentos la posibilidad de tener un affaire con esa muier. No ha apartado un intante los ojos de ella desde que nos instalamos aquí.
    Sus pequeños y azules ojos se animaron. Retorcióse las puntas de su diminuto y rubio bigote, recordándome su gesto los movimientos de un gato tras una comida especialmente sabrosa.
    -Eh, bien! Lo cierto es que ella me interesa...
    -Es lo que he deducido...
    -¿No es acaso une bonne bouchée, merecedora del interés de cualquier hombre?
    -Es verdad -admití-. Resulta una mujer exquisita. Sin embargo, su forma de observarla...
    -¡Oh! ¡El doctor Trowbridge! ¡El doctor De Grandin! -La señorita Templeton, la patrona del establecimiento, eterna promotora de buenos momentos, cruzó la terraza, dirigiéndose a nosotros-: ¡Estoy emocionada!
    -¿De veras, mademoiselle? -El doctor De Granjin se puso en pie, acogiéndola con una sonrisa particularmente cordial- Me intriga usted. ¿Y cuál es la causa de su emoción?
    -¡Se trata de Madelon Leroy! ¡Va a asistir a nuestro baile de esta noche! ¿Sabe usted? Se ha mostrado tan terriblemente solitaria desde su llegada aquí... Decía que había elegido la costa para descansar y que no quería ver a nadie. Pero se ha aplacado...
    -Esto, por supuesto, es muy interesante -dijo mi amigo, interrumpiéndola-. Desde luego, puede usted contar con nuestra asistencia a la velada, mademoiselle...
    Mientras Dot Templeton danzaba de un sitio para otro, haciendo saber a otros huéspedes la buena nueva, él consultó su reloj.
    -Mon Dieu!, amigo Trowbridge –exclamó-. Es casi la una ya y todavía no hemos almorzado. Vámonos a toda prisa al comedor. Estoy medio muerto de hambre. Me siento desfallecido, verdaderamente.

    Dos mesas más allá de nosotros, junto a una ventana, por la que entraba la fresca brisa del océano, Madelon Leroy hacía los honores al almuerzo indiferente, casi despreciativa, ante las miradas de que era objeto continuamente. Era, corno Jules De Grandin había señalado, une bonne bouchée, merecedora de la atención de cualquiera. Su actuación en el Claro de Luna de Eric Maxwell, había llevado a la crítica al delirio. No solamente había sido elogiado su talento como actriz, sino también su exquisita belleza de heroína de cuento de hadas, su delicada fragilidad, que hacía pensar en algo ultraterreno.

    Cuando después de su resonante y prolongado triunfo en Broadway se negó a considerar siquiera las ofertas más tentadoras de Hollywood se desencadenó una tormenta de publicidad que puso a los agentes teatrales en estados delirantes. A muchos dibujantes y pintores se les permitió que esbozaran retratos suyos, pero ella se negó con firmeza a ser fotografiada, y con objeto de burlar a los reporteros y otros fanáticos de la cámara siempre que aparecía en público lo hacía envuelta en velos y telas, como una odalisca o una monja. Las representaciones de Claro de Luna fueron suspendidas hacia el verano. Su misteriosa estrella descansaba junto al mar cuando Jules De Grandin y yo nos hospedamos en el Adlon.

    Disimuladamente, utilizando el menú como pantalla, la estudié. De Grandin no se molestaba en fingir, mirándola como sólo un francés sabe mirar a una mujer para no llegar a ofenderla. Era una hermosa mujer, de piel casi transparente, de dorados cabellos, que dibujaban una especie de halo glorioso en torno a su menuda cabeza; los ojos eran grandes, de suave mirar y de un tono azul cerúleo. Tenía su persona la fragilidad del hada, casi angélica; el cuello poseía una graciosa curvatura; su perfil resultaba perfecto. Aunque no era pequeña realmente, lo parecía, por su esbeltez, por su justa corpulencia. Sus movimientos eran suaves, casi lentos. Perfilada contra la ventana, parecía una princesa de cuento de hadas.

    -Une belle créature, n'est-ce-pas? -comentó De Grandin cuando hizo acto de presencia el camarero para tomar nota de lo que queríamos comer.
    Con esto, mi amigo se desentendió de la joven. Las mujeres eran para él las flores que embellecían el sendero de la existencia, pero la comida... y la bebida... Mon Dieu!, como hubiera dicho él, ¡sin estas dos cosas la vida resultaba imposible!

    La señorita Leroy llamó la atención de todos durante la recepción que precedió al baile aquella noche. Si había parecido cautivadora en las discretas sombras del comedor, o en la terraza del hotel, o al emerger de las aguas embutida en su blanco traje de baño de satín, atractiva como una náyade, aquella noche se hallaba en condiciones de provocar el delirio en sus admiradores. Más que nunca, parecía ahora un ser de otro mundo. Su vestido, de, género de punto, se ceñía fielmente a su cuerpo, careciendo de mangas. Eran apreciables todas sus curvas, que componían una figura impecable, por sus proporciones. El vestido se le ajustaba al talle mediante un cordón que terminaba en dos tiras rematadas con borlas. De vez en cuando, al andar, podían verse las plateadas sandalias que calzaban sus lindos y desnudos pies. Había recogido sus dorados cabellos en un moño suelto, del que pendía una estrecha cinta blanca. En el brazo izquierdo, por encima del codo, lucía un ancho brazalete de oro labrado con motivos griegos. No llevaba más joyas ni ornamentos.

    En tales condiciones, aquella mujer debía resultar forzosamente encantadora, atractiva, incluso. Pero existía algo vagamente repelente en su persona. Tal vez fuera su lenta y más bien condescendiente sonrisa, en la que no se advertía el menor indicio de cordialidad, de humana simpatía; quizá se tratara de la rara expresión de sus ojos... Eran ojos de persona experimentada, cansada, más bien triste, como si desde el momento en que se abrieran a la luz hubieran visto en los seres humanos una raza nada agradable, como si los hombres hubieran sido algo que no valía la pena mirar dos veces. Podía ser, sí, que todo residiera en sus ojos, los cuales, pese a los trabajos de los expertos en el terreno de la belleza, presentaban en sus comisuras una tupida red de arrugas; de otro lado, los párpados habían sido tratados con un producto débilmente verdoso que los hacía brillar un tanto siniestramente. Desde luego, aquellos no eran los párpados de una mujer de veinte años, ni siquiera de treinta y tantos.

    -Doctor Trowbridge... -Ella extendió una mano pequeña como la de una niña, de rosadas uñas, frágil como un iris blanco-, Doctor De Grandin...
    El francés hizo sonar sus tacones al cuadrarse ante ella.
    -Enchanté, mademoiselle –el hombre se inclinó sobre la mano, acercándosela a los labios-. Je suis très heureux de vous voir! Me siento encantado de verla...

    No existe una manera preasa de poner esto en palabras. Lo cierto es que cuando De Grandin se irguió, él y Madelon Leroy se miraron a los ojos directamente, y aunque en sus rostros no se movió nada, algo vago, intangible como el aire, perceptible sin embarao como un escalofrío, pareció formarse alrededor de los mismos, igual que una envoltura de frío vapor. Por unos instantes se calibraron mutuamente, cautos como unos practicantes de la esgrima, o unos boxeadores que tantean sus fuerzas. Tuve la impresión de que eran como dos productos químicos que aguardaran solamente la adición de un agente catalítico para explotar, provocando una devastadora detonación. Luego, fue presentado el siguiente invitado y nosotros nos apartamos. Sentí lo mismo que si nos hubiéramos visto inmersos en la temperatura normal del verano, procedentes de un frigorífico puesto al máximo de su rendimiento.

    -¿Qué...?
    Le llegada de Mazie Schaeffer me impidió acabar de formular la pregunta, apenas iniciada.
    -¡Oh, doctor Trowbridge! ¿Verdad que es adorable? -inquirió Mazie-. Es la más bella, la actriz más maravillosa del mundo. No hay nadie como ella, Yo he oído hablar a papá y a Mumsie de Maude Adams, de Sara Bernhardt, de la Duse, pero Madelon Leroy... ¡las supera a todas! ¿La recuerdan ustedes en la última escena de Claro de Luna, cuando dice adiós a su amante en la puerta del convento, quedándose plantada simplemente allí, a la luz de la luna, sin pronunciar una sola palabra? No necesita realmente decir nada, ya que el espectador ve, ve palpablemente su corazón destrozado.
    De Grandin dispensó a Mazie una cordial sonrisa.
    -Tal vez sea debido todo, mademoiselle, a que ha dispuesto de mucho tiempo para perfeccionar su arte...
    Mazie respondió inmediatamente, alzando su chillona voz:
    -¿Cómo puede usted decir eso? ¡Si es una niña!... ¡Es casi una criatura! Yo cumplo veintiún años en agosto y apuesto lo que usted quiera a que le llevo dos. No se trata de cosa del tiempo, doctor De Grandin, ni siquiera de talento. En ella es que hay genio, un genio extraordinario. De estas mujeres sólo se da una en cada generación...
    El pequeño francés estudió a la joven atentamente.
    -¿Has llegado a conocerla, quizá?
    -¿Que si la he conocido? -Las manos de Mazie fueron instintivamente hacia su pecho, como si hubiera querido contener los latidos de un tumultuoso corazón- ¡Oh, sí! Fue muy amable conmigo... Me invitó a visitar su «suite» mañana, para tomar el té juntas...
    -Mon Dieu! -exp1otó De Grandin-. ¿Tan pronto? ¿Es verdad lo que dices, jovencita?
    -¡Pues claro que es verdad! ¿No le parece maravilloso? Todavía me lo parece más por el hecho de ocurrirme a mí. Sí. Es terriblemente maravilloso.
    -Ahora te has expresado correctamente -manifestó él con un gesto de asentimiento-. Terriblemente maravilloso, es cierto. Bon soir, mademoiselle.
    Cuando hubimos dejado atrás el atestado salón, pasando a la amplia y fresca terraza, le pregunté:
    -Bueno, ¿qué significa todo esto?
    -También yo quisiera saberlo -respondió mi amigo, sombrío.
    Pero yo me sentía intrigado y no me molestaba en disimularlo.
    -¡Por el amor de Dios. De Grandin! No sea usted tan condenadamente misterioso. Yo sé que existe algo entre usted y esa mujer... Me di cuenta, lo percibí cuando se saludaron. ¿Qué es lo que...?
    -También yo quisiera saberlo -repitió él-. Una cosa es sospechar algo y otra muy distinta saber... Y yo, hélas!, no abrigo más que una leve sospecha. Si le dijera qué es lo que en estos momentos atormenta mi mente, me expondría a cometer una grave injusticia contra un ser inocente. Au contraire, si me mantengo en silencio podría causar un daño grave, irreparable, a otra persona. Parbleu!, amigo mío. No sé qué hacer.
    Consulté mi reloj.
    -¿Por qué no nos vamos a la cama? Son más de las once y emprendemos el regreso mañana por la mañana. Es nuestra última oportunidad de lograr una noche entera de descanso, sin desagradables interrupciones, sin pacientes que nos saquen del lecho a horas intempestivas...
    -Aquí no hay bebés que tengamos que ayudar a nacer, ni vieillards que se deciden a abandonar el mundo... Es decir: seguramente -manifestó De Grandin, con una burlona sonrisa-. Sí, creo que está usted en lo cierto. Disolvamos nuestras preocupaciones en el sueño.

    A la mañana siguiente, cuando precedidos por dos botones que llevaban nuestro equipaje nos disponíamos a abandonar el hotel, yo me eché a un lado con el fin de dejar paso a dos mujeres que se encaminaban a la playa. Era la primera de mediana edad, hallándose en posesión de una larga y afilada nariz, pequeños ojos y una piel morena. En sus negros cabellos se observaban ya muchas canas; llevaba el clásico gorro blanco almidonado de las doncellas. Vestía de uniforme, de tela oscura, con puños y un delantal blancos. Sobre el brazo derecho se había echado una enorme y esponjosa toalla de baño. A mí me pareció una mujer de aspecto imponente, que debía de haber conocido mejores días. Detrás de ella, cubierta como una mujer árabe, con telas blancas, avanzaba una figura más pequeña, que calzaba chanclos de playa. Los dedos de una de sus manos asomaban al coger un pliegue de la holgada prenda. Observé que eran de rojizas yemas, con unas uñas largas y afiladas, extremadamente finas. Pude captar fugazmente el rostro de su dueña. Se trataba de Madelon Leroy. Pero aquella cara se hallaba tan alterada que apenas guardaba semejanza con la del radiante ser de la noche anterior.

    Era una faz aquella tan pálida como la luz de la luna de marzo; las delicadas y pequeñas depresiones bajo los pómulos se habían acentuado hasta dar al rostro una expresión desagradable. Sus labios, un poco separados, parecían haberse marchitado; sus ojos daban la impresión de haberse hecho más grandes, pero ahora estaban exageradamente hundidos en la cara. La cara tenía una expresión anhelante, pero con un tono impersonal. Lo único que no había cambiado en ella era la gracia de sus movimientos. Caminaba con toda naturalidad, sin que el paso revalera el menor esfuerzo, moviendo sus lisas caderas ligeramente.

    -Grand Dieu! -oí murmurar a De Grandin.
    Al pasar ante él la mujer, De Grandin se inclinó en una leve reverenda, llevándose la mano al ala del sombrero-. Mademoiselle!
    Ella pasó como si De Grandin no se hubiera encontrado allí. Sus cavernosos ojos se fijaron en la playa, sobre cuyas arenas unas suaves olas dejaban encajes de espumas.
    -¡Santo Dios! -exclamé a mi vez cuando avanzábamos ya hacia el coche que nos esperaba-. Parece haber envejecido veinte años o más... ¿Qué piensa usted de eso?
    De Grandin me miró, muy serio.
    -No sé a qué atenerme, amigo Trowbridge. Anoche concebí unas sospechas; hoy las veo casi confirmadas. Es posible que mañana pueda estar al tanto de todo con exactitud. Ahora bien, mañana podría ser demasiado tarde.
    -¿A qué se está usted refiriendo? -inquirí-. ¿Qué significa este misterio?
    -Plus ça change, plus c'est la même chose... ¿Recuerda usted esta cita? -contraatacó él.
    Permanecí en actitud reflexiva un momento.
    -¿No es eso lo que Voltaire dijo acerca de la historia? «Cuanto más cambia, más viene a ser la misma»...
    -En efecto -asintió mi interlocutor-. Y nunca dijo una verdad de mayor calibre. Una vez más, la historia se repite. Nadie puede afirmar con qué trágicas consecuencias.
    -¿Trágicas consecuencias? ¿Para quién?
    -On ne sait pas -De Grandin se encogió de hombros-. ¿Quién puede decir dónde descargará su furia el rayo, amigo mío?

    Hacía cosa de una semana que habíamos regresado de la costa. Me disponía a dar por terminada mi jornada de trabajo cierto día cuando sonó el timbre del teléfono.

    -Sam: soy Jane Schaeffer -dijo la turbada voz de mi comunicante-. ¿Podrías venir inmediatamente?
    -¿Qué ocurre?
    El día había sido muy caluroso y cansado, y Nora McGinnis había preparado para mí un plato de ternera con salsa agridulce. No tenía el menor deseo de efectuar un desplazamiento de más de tres kilómetros, perdiéndome el cóctel de la noche y la sabrosa cena.
    -Se trata de Mazie. Al parecer, se encuentra peor...
    -¿Peor? -repetí-. A mí se me antojó que estaba perfectamente cuando la vi en la costa. Tenía la viveza de los grillos...
    -A su regreso a casa no podía hallarse mejor. Pero luego ha empezado a comportarse de una manera muy extraña, debilitándose día por día. No sé si será algo de pecho, o una leucemia...
    -Bueno, tómatelo con calma -aconsejó-. No se puede estar bailando todas las noches hasta las tres de la madrugada, jugando además al tenis por la tarde, sin perder algo. Dale a modo de cena una tostada y una taza de té, métela en la cama y me la traes a la consulta por la mañana.
    -¿Quieres escucharme, Sam Trowbridge? Mi hija se está muriendo, la tengo en la cama, y todo lo que me dices es que le dé una tostada y una raza de té. Vas a hacerme el favor de meterte en seguida en tu coche. Te esperamos.
    -Bueno, de acuerdo -contesté para aplacar a mi comunicante-. Que guarde cama y...
    -Pero, ¿no te he dicto que la tengo en la cama?... No se ha levantado en todo el día. Está demasiado débil.
    -¿Por qué no me lo has dicho antes? -inquirí, bastante irrazonablemente-. Estaré ahí en seguida.
    -¿Qué sucede, mon vieux? -De Grandin apareció en la puerta de la consulta, llevando una coctelera en las manos-. No me diga que se va. Los martinis tienen ahora el grado de frialdad preciso.
    -Hay que aplazar eso -repuse entristecido-. Acaba de llamarme Jane Schaeffer para decirme que Mazie no se encuentra nada bien. Está tan débil que esta mañana no pudo levantarse.
    -Feu noir du diable! ¡Fuego negro de Satanás! ¿Me está usted hablando de aquella jovencita que fue seleccionada como víctima? Morbleu! Debiera haberlo comprendido...
    -¿Qué significa eso? -le interrumpí con viveza-, ¿Que es lo que sabe usted?
    -Yo, hélas!, no sé nada. Absolutamente nada. Pero si lo que tengo buenas razones para sospechar es cierto... ¡vámonos!, apresurémonos, volemos para poder ayudarla. ¿La cena? ¡Al diablo la cena! Tenemos cosas más importantes en qué pensar ahora.

    Su madre no había exagerado al hablar del estado en que se encontraba Mazie. La hallamos en estado de semi-coma, con unas profundas concavidades bajo los pómulos, con unas ojeras terribles. Tenía los ojos como de fiebre, brillantes, pero la mano que tomé entre las mías parecía estar muerta. Recurrí a mi termómetro y vi que apenas llegaba a los veintisiete grados. Su pulso era débil, latiendo a menos de setenta pulsaciones por minuto. Echó la cabeza a un lado cuando me dejé caer sobre una silla, junto a la cama. La sonrisa que me ofreció era una bnrda imitación de la suya de siempre, eternamente contagiosa. En ésta de ahora no existía ningún destello de alegría.

    -¿Qué sucede aquí? -pregunté, notando que la epidermis de sus manos estaba reseca, áspera, endurecida-. ¿Qué le han estado haciendo a mi niña?
    Los párpados se abrieron perezosamente y ella pronunció unas palabras, en un tono de voz tan débil que no pude entender nada.
    -¿Cómo has dicho, pequeña?
    -De... dejadme ir... Tengo que irme... Debo hacerlo... -musitó la chica, en un susurro-. Ella estará esperándome... me necesita...
    -¿Está delirando?
    De Grandin hizo un movimiento denegatorio de cabeza.
    -No lo creo así, mi amigo. Está débil, en efecto, muy débil, pero no ha perdido el conocimiento. ¿Qué síntomas aprecia en ella?
    -Si no la hubiéramos visto fuerte y bien alimentada sólo dos semanas atrás, yo diría que es víctima de una evidente desnutrición. He tenido ocasión de asistir a casos como éste después de la primera guerra mundial, cuando servia con las unidades belgas de auxi1io...
    -Su saber y experiencia no le han abandonado, amigo mío. La chica está desnutrida, en efecto, y nosotros le prescribiríamos nuez vómica, de seguir el consejo de alguien, pero primero procuraremos darle carne, una buena taza de té, y a continuación un huevo y leche con un poco de coñac...
    -Pero, ¿cómo ha llegado a tal estado de desnutrición?
    -Sí, desde luego. Es lo que tendremos que averiguar.
    Cuando bajábamos las escaleras, Jane Schaeffer preguntó:
    -¿Qué le ocurre? ¿Habrá contraído alguna infección durante su estancia en la costa?
    De Grandin apretó los labios, cogiéndose la barbilla entre el pulgar y el índice.
    -Pas possible, madame. ¿Cuánto tiempo lleva así?
    -Casi desde el día de su regreso. En la costa conoció a Madelon Leroy, la actriz, que convirtió en seguida en su ídolo. Se pasaba todo el día prácticamente con la señorita Leroy. Creo que el segundo o tercer día fue a verla a sus habitaciones, regresando a casa casi exhausta y yéndose derecha a la cama. A la mañana siguiente se sentía muy débil. Se levantó hacia el mediodía, comió algo y se fue en busca de Madelon Leroy de nuevo. Por la noche, a la vuelta, no podía tenerse en pie. Su debilidad, a partir de entonces, ha ido en aumento.
    De Grandin escrutó atentamente el rostro de Jane.
    -Nos ha dicho usted que la chica tiene un apetito excelente...
    -¿Excelente? ¡Soberbio! ¿No cree usted que podría ser una solitaria, algún parásito que...?
    Mi amigo asintió, pensativo,
    -Verdaderamente, cabe tal posibilidad, madame.
    A continuación, preguntó con toda naturalidad, como si la cosa no tuviera importancia:
    -¿Dónde vive en la actualidad la señorita Leroy? ¿Usted lo sabe?
    -Tomó una «suite» en el Zachary Taylor. No me explico por qué prefirió esto a Nueva York.
    -Quizás haya alguien que lo sepa, madame Schaeffer. Bien. Muy bien. Así pues, se instaló en el Hotel Taylor y...
    -Y Mizie ha ido a verla allí día tras día.
    -Très bon. Uno comprende, en parte, al menos. La enfermedad de su hija no es desesperada, pero resulta mucho más seria de lo que al principio nos figurábamos. La enviaremos al Sanatorio Sidewell en seguida, donde hará reposo absoluto, vigilada constantemente por una enfermera. Bajo ningún concepto dirá usted a nadie dónde se se encuentra, madame. Y no tendrá visitantes de ninguna clase. Ninguno. ¿Me ha comprendido?
    -Sí, señor, pero...
    -Pero... ¿qué?
    -La señorita Leroy ha llamado hoy dos veces, sintiéndose al parecer muy afectada cuando le dije que Mazie no había podido levantarse. Si viniera a verla...
    -He dicho que nada de visitantes, madame. Es una orden, hágase cargo.
    -Espero que sepa usted lo que está haciendo -gruñí cuando dejamos la casa de los Schaeffer-. No encuentro desacertado su diagnóstico, ni el tratamiento, pero, ¿ a qué viene tanto misterio? Si usted sabe algo...
    -No se trata de que yo me empeñe en crear en este caso un ambiente de misterio -declaró De Grandin-. Es que me confieso un hombre ignorante. Soy como un hombre ciego que estuviese siendo objeto de las travesuras de unos chicos traviesos. Extiendo las manos en un sentido y otro, pero no acierto a asir nada. ¿Usted se acuerda de que hace poco estuvimos refiriéndonos a la frecuencia con que la historia se repite?
    -Sí, la misma mañana en que abandonamos aquel lugar de la costa.
    -En efecto. Ahora escúcheme atentamente, amigo mío. Lo que voy a decirle puede ser que no tenga sentido, pero podría ocurrir también lo contrario. Considere esto:

    Hace algunos años, más de los que a mí me gustaría que hubieran pasado, asistí a una representación en el Théâtre Français, donde actuaba una mujer llamada Madelon Larue. Era la gran atracción de París porque en un época muy distinta de la que vivimos se atrevía a practicar la danza au naturelle. Era muy bella, parbleu! No se podía decir que era una Venus o una Minerva. Se asemejaba más a Hebe, o a Clitie. Su aire juvenil, ingenuo, purificaba su desnudez. Suscitaba, en fin, más admiración que pasión. Eh bien, mi gran père había sido un tipo alegre en sus buenos tiempos. Como veraneaba cerca de Narbonne aquel año, fui a visitarle para, entre otras cosas, participar de su excelente Château Neuf. Le dije que había estado viendo a la Larue y se quedó desconcertado.

    ¿Por qué razón? Porque, al parecer, parbleu!, en los días del Segundo Imperio había habido una actriz que era también la atracción máxima de París, una tal Madelon Larose. También ésta bailaba à découvert ante la dorada juventud que rodeaba al tercer Napoleón. Mi abuelo se prendó de ella en seguida. Me habló de su frágil y aniñada belleza, que encendía los corazones y los cerebros de los hombres. Al final de aquella conversación llegué a la conclusión de que Madelon Larose y Madelon Larue tenían que ser madre e hija, o bien la misma persona. No cabía otra alternativa. ¡Ah! Pero mi abuelo me contó algo más. He de decir que por el hecho de ser un experto en medicina legal se hallaba relacionado con la préfecture de police. Esta Madelon Larose, la de la frágil y aniñada belleza, empezó a envejecer de repente. En el espacio de sólo un mes se hizo diez o veinte años más vieja. A los dos meses era una anciana tan débil que no podía salir al escenario. Y yo le pregunto a usted ahora: ¿qué cree que pasó?

    -Se retiraría -sugerí irónicamente.
    -Nada de eso. Contrató los servicios de una secretaria y dama de compañía, una joven bretona rebosante de salud, y... escúcheme con atención, por favor, al cabo de dos meses la chica había muerto, de inanición, al parecer, y Madelon Larue se dedicaba una vez más a bailar sans chemise para regocijo de los jóvenes de París.

    Se produjo un escándalo, naturalmente. La policía y la Sûreté llevaron a cabo algunas investigaciones. Pero al final de ellas no se averiguó nada en concreto. La secretaria había sido una moza fuerte, de saludable aspecto. Y había fallecido, por lo visto, de inanición. Larose, que había estado al borde de la desaparición, se veía más joven, fuerte y atractiva que nunca. En eso quedó todo. Nadie puede basar una actuación judicial en tales hechos. En fin, la chica fue enterrada decentemente en el cementerio del Père Lachaise, y Larose, por sugerencia de la policía, se trasladó a Italia. ¿Qué hizo en este país? Cualquiera puede suponérselo. Ahora, emparejemos mi historia con la de mi gran' père. Yo había visto actuar a la Larue en 1905. Cinco años más tarde, siendo yo miembro de la Faculté de Médicine Légale, me enteré de que se hallaba afligida por una extraña enfermedad, una dolencia que la hacía envejecer diez años en una semana; a las dos semanas ya no se halló en condiciones de presentarse en el escenario. ¿Qué pasó? Parbleu! Yo se lo explicaré.

    La mujer contrató los servicios de una masseuse, una joven fuerte, de excelente salud, en posesión de un físico robusto. A las dos semanas falleció, de inanición, al parecer... La Larue, mordieu!, se rejuveneció de nuevo, quedando ya que no como una rosa sí como un lirio. Fui designado ayudante del juge d'instruction que se ocupó del caso. Llevamos a cabo detenidas investigaciones. ¡Oh, sí! ¿Y qué descubrimos en fin de cuentas? Solamente esto, morbleu!: La chica había sido una persona fuerte, de gran salud. Había muerto, al parecer, de inanición. La Larue había estado a punto de disolverse a consecuencia de una extraña enfermedad, una dolencia sin nombre, Ahora era joven, fuerte y atractiva como antes. C'est tout. Nadie puede basar un proceso criminal en eso. En fin, la pobre masseuse fue recientemente enterrada en Saint Supplice, y la Lame, por sugerencia de la policía, se trasladó a Buenos Aires. ¿Qué hizo alli? Cualquiera puede suponérselo.

    Veamos ahora qué es lo que tenemos... Ello no constituirá una prueba, pero podemos hablar de unos hechos: Larose, Larue, Leroy. Estos nombres son bastante similares. Una Madelon Larose qúe está a punto de morir, aparentemente, a causa de una rara enfermedad -de vejez, quizás-, establece contacto con una joven y recupera la salud y. por lo visto, la juventud, en tanto que la otra persona fallece, seca como una naranja chupada. Esto ocurre en 1867. Una generación más tarde, una mujer llamada Madelon Larue, que se acomoda a la descripción de la Larose perfectamente, se ve afectada por la misma dolencia, y recupera la salud, como le había pasado a la Larose, dejando a su espalda los restos de lo que había sido una joven fuerte, vigorosa, con la que había estado asociada. Esto sucede en 1910. Ahora, en nuestra época, una mujer llamada Madelon Leroy...

    -Pero... ¡todo esto es una cosa totalmente fantástica! -objeté-. Usted se limita a formular suposiciones. ¿Cómo identifica a Madelon Leroy con esas dos...?
    -Siga escuchándome... Concédame unos momentos más, amigo mío- dijo De Grandin-. Usted se acordará, seguramente, de que nada más entrar la Leroy en nuestro campo de observación me sentí interesado...
    -Ciertamente. No apartaba los ojos de ella...
    -Précisement. Porque, parbleu!, en el momento en que la tuve delante me pregunté: «¿Dónde has visto tú esa cara antes, Jules De Grandin?» Me contesté en seguida: «No trates de engañarte a ti mismo, Jules. Sabes muy bien dónde la viste por primera vez. Se trata de Madelon Larue, la misma mujer que te causó tanta impresión cuando la viste bailar nu comme la main en el Théâtre Français en tus buenos tiempos. Volviste a verla, con todo su encanto y belleza, cuando llevabas a cabo indagaciones sobre la muerte de su joven y robusta masseuse. ¿Te acuerdas, Jules De Grandin?»

    Sí que me acuerdo, me dije.
    Muy bien, Jules, seguí interrogándome. ¿Y qué hace esta encantadora dama aquí hoy, al parecer con los mismos años que en 1905, o en 1910? Tú te has hecho mayor, tus amigos han envejecido... ¿Es que ella constituye una excepción de la regla general? ¿Va a estar siempre lozana, fresca, indiferente al paso del tiempo como la luz de la luna? La lógica más elemental te dice, Jules, que esto no puede ser, que esto se aparta de la norma que rige la vida de los seres vivos», continué considerando. Bueno, ¿y qué ocurre después? Hay una gran velada. Mademoiselle Leroy se enfrenta con su público. Nos vemos, nos miramos a los ojos, nos reconocemos mutuamente, pardieu! En mí, ella ve al juge d'instruction causante de algunas situaciones embarazosas años atrás. En ella, yo veo... ¿Qué puedo decir? De todos modos, nos reconocemos, y ninguno de los dos nos sentimos felices con tal reconocimiento mutuo. No, desde luego que no.

    Al día siguiente, por la tarde, fuimos al sanatorio para ver a Mazie. La encontramos más mejorada, pero todavía muy débil e inquieta.

    -¿Cuándo voy a salir de aquí? -inquirió la joven-. Por favor... Tengo un compromiso al que no quiero faltar, y me encuentro ya tan repuesta...
    -Precisamente, mademoiselle -contestó De Grandin-. Estás mucho mejor, en efecto, Y no tardarás en recuperarte por completo. Para ello bastará con que tu organismo se empape de alimento comme une éponge.
    -Pero...
    -Pero... ¿qué? -inquirió De Grandin, enarcando las cejas expresivamente-. ¿A qué viene ese «pero»? Explícate.
    -Se trata de Madelon Leroy, señor. Yo estaba ayudándola...
    -No lo dudo ni por un momento -manifestó mi amigo, asintiendo-, ¿En qué forma?
    -Dice que mi juventud y mis energías le dan fuerzas para seguir... Está realmente al borde de una crisis, ¿sabe usted? Asegura que mis visitas le confortan, que suponen mucho para ella...
    La severa mirada que sorprendió en el doctor De Grandin hizo guardar silencio a la muchacha momentáneamente.
    -¿Qué ocurre, doctor? -inquirió luego.
    -Escúcheme, Mazie, ¿Qué pasaba en el curso de tus visitas a la «suite» de esa dama, en el hotel?
    -Nada, nada en realidad, Madelon.., Me permite que la llame así, ¿no es maravilloso? Madelon se encuentra tan fatigada que apenas habla, Se tiende en una chaise-longue y hace que le coja las manos y que le lea. No he visto nunca unas negligées más bonitas que las suyas... Luego, tomamos el té. Ella se acurruca entre mis brazos, como si fuera una niña. A veces sonríe en su sueño. Parece entonces un ángel...
    -¿Y tú disfrutas con esta amistad, hein?
    -¡Oh, sí! ¡Mucho! Nunca había vivido una cosa tan maravillosa.
    De Grandin sonrió al incorporarse.
    -Bien. Dentro de unos años, esto constituirá para ti un feliz recuerdo, estoy convencido de ello. Entretanto, si te vas recuperando como hasta ahora, dentro de unos días...
    -Pero... ¿Y Madelon?
    -Iremos a verla y se lo explicaremos todo, ma petite. Sí. No faltaba más!
    -¿Lo hará usted así, doctor? ¡Es usted muy bueno!
    Mazie despidió a De Grandin con una sonrisa y se acomodó en el lecho para entregarse al sueño.
    -La doncella de la señorita Leroy ha llamado tres veces hoy -nos explicó Jane Schaeffer, cuando nos detuvimos en su casa unos minutos, de regreso del sanatorio-. Parece ser que aquélla se encuentra enferma y siente unos deseos enormes de ver a Mazie...
    -Ya me lo imagino -contestó De Grandin, secamente.
    -Da la impresión de sentir un gran afecto por mi hija... Le conté finalmente lo que habían dicho ustedes, diciéndole dónde paraba ahora Mazie...
    -¿Hizo usted eso? -inquirió De Grandin, como tragando saliva.
    -¿Qué hay de malo en ello? Me figuré que...
    -Ha cometido usted un error, madame. Recordará que le dijimos que la chica no podía recibir visitas. Vamos a poner remedio a la cosa, con la mayor rapidez posible, pero si a su hija le ocurre algo suya será la culpa. Bon jour, madame!
    De Grandin hizo sonar sus tacones al mismo tiempo que hacía una fría reverencia.
    -Vámonos, amigo Trowbridge. Tenemos cosas por hacer, cosas que no admiten el menor aplazamiento.
    Una vez en la calle, explotó como un petardo.
    -Nom d'un chat de nom d'un chien de nom d'un coq! Uno puede intentar defenderse ante los enemigos mal intencionados; en cambio, frente a la ingenuidad o la ignorancia no se puede hacer nada generalmente, pardieu! Vamos, amigo mío. La rapidez viene a ser aquí ahora lo más esencial.
    -¿A dónde tenemos que ir? -pregunté al poner en marcha el motor del coche.
    -¡Al sanatorio, diablos! Si no nos damos prisa puede ser que lleguemos demasiado tarde.

    El azul con que se ofrecían a la vista las distantes Montañas Oranges había perdido intensidad a causa de la calina de la tarde veraniega. La cinta de asfalto de la carretera se alargaba interminablemente a nuestras espaldas.

    -¡Más de prisa, más de prisa! -dijo De Grandin, apremiante-. Tenemos que correr todo lo que podamos, amigo Trowbridge.
    Unos minutos después teníamos a la vista un gran automóvil negro, muy elegante. Los ojillos de De Grandin escrutaron atentamente el vehículo.
    -¡Es el de ella! -exclamé-. Tenemos que adelantarle... ¿No puede usted sacarle más rendimiento a este moteur?

    Pisé a fondo el acelerador y la aguja indicadora de la velocidad se inclinó un poco hacia la derecha. Ochenta, ochenta y cinco, noventa... Con cada revolución de las ruedas se aminoraba la distancia que nos separaba del otro vehículo. El conductor del otro automóvil debía de habernos visto en el espejo retrovisor del coche. O quizá estaba pendiente de nosotros su pasajera. El caso es que también aceleró, despegándose, desvaneciéndose en una curva a los pocos minutos, entre un remolino de polvo y de humo de su tubo de escape.

    -Parbleu! Pardieu! Par la barbe d'un porc vert! -exclamó De Grandin- Se nos escapa, corre más que nosotros...

    Un enervante chirrido de frenos, seguido de un golpe sordo, le hizo callar. Al doblar por fin la curva se nos ofreció a la vista el gran sedán negro volcado a un lado de la carretera, con las ruedas girando al aire alocadamente; tenía el parabrisas y los cristales de las ventanillas destrozados. Del capó del motor salía una columna de humo.

    -Triomphe! -exclamó mi amigo, al tiempo que se apeaba, nada más detener yo nuestro coche, para echar a correr en dirección al automóvil siniestrado-. ¡Ya la tenemos en nuestras manos, Trowbridge!

    El chófer se habla quedado detrás del volante. Hallábase inconsciente, pero no sangraba. En los asientos posteriores había dos mujeres: una muy fornida, en la que reconocí a la doncella de la señorita Leroy; envuelta en velos, hasta el punto de parecer un fantasma gris, vi a Madelon Leroy, una figura muy diminuta al lado de su criada.

    -Cuide de ese hombre, amigo Trowbridge -me ordenó De Grandin, cuando ya había dejado caer la mano sobre el tirador de una de las puertas traseras-. Yo me ocuparé de sacar de ahí a esas mujeres.

    Haciendo acopio de fuerzas, extrajo del coche a la doncella, desmayada, depositándola en un lugar seguro. Después, concentró su atención en Madelon Leroy. Yo me las había arreglado para dejar al chófer junto a la carretera. Segundos después, surgió una llamarada del sedán siniestrado. El depósito de gasolina estalló como si hubiera sido una bomba, saliendo proyectados en todas direcciones numerosos trozos de vidrio.

    -¡De buena nos hemos librado! -exclamó, jadeante, abandonando el árbol cuyo tronco utilizara como parapeto-. Si tardamos unos momentos más en llegar esta gente hubiera ardido con el coche.
    De Grandin asintió, un tanto absorto.
    -Si usted se queda aquí con ellos yo intentaré localizar un teléfono para llamar a una ambulancia... Estas personas necesitan cuidados inmediatos, especialmente mademoiselle Leroy. ¿Tiene usted influencia en el Mercy Hospital?
    -¿Que si tengo...? No le entiendo, De Grandin.
    -Quiero que se ocupe de que estas personas queden instaladas en habitaciones independientes. Si es así, todos saldremos ganando con ello.

    Nos sentamos junto a la cama de ella, en el Mercy Hospital. El chófer y la doncella ocupaban sendas habitaciones. A Madelon Leroy le había sido asignada una «suite» en el último piso. El sol se acercaba al ocaso, convertido en una especie de balón carmesí, flotando en un mar rosado; una leve brisa jugaba incansablemente con las blancas cortinas de la ventana. De no haber conocido su identidad, ninguno de nosotros habría dicho que la mujer que se encontraba en aquella cama era la atractiva, la deslumbrante Madelon Leroy. Su faz aparecía lívida, casi gris, de un gris verdoso; a través de la piel se adivinaban las líneas de su cráneo... Tenía las sienes hundidas, como los ojos; la nariz se había hundido extrañamente también, acortándose, haciendo más saliente la mandíbula y los arcos superciliares. Unas venitas azules acentuaban la extrema palidez de las mejillas, dando al rostro una apariencia de objeto de cera; las orejas eran casi transparentes; los labios se habían resecado, replegándose sobre los dientes, como si la mujer se esforzara para hacerse con un poco de aire.

    -Mazie -murmuró, en un débil susurro-: ¿dónde estás, querida? Ven... Ha llegado la hora de nuestra siesta. Tómame en tus brazos, querida; apriétame contra tu frente y juvenil cuerpo...
    De Grandin se incorporó, inclinándose sobre el lecho, mirándola no como un médico mira siempre a un paciente que sufre, sino con la frialdad del ejecutor que estudia a la persona condenada.
    -Larose, Larue, Leroy... como quiera usted llamarse.. Ha llegado por fin a la meta de su viaje por la vida. Ya no dispone de víctimas que puedan renovar su pseudojuventud. Llegó un día al mundo (le bon Dieu sabe cuantos años hace de eso) y ha sonado para usted la hora de irse.
    La mujer volvió hacia él los ojos, unos ojos sombríos, sin el menor brillo. En su marchita faz fue apareciendo trabajosamente una expresión elocuente: le había reconocido.
    -¡Usted! -exclamó en voz muy baja, delatadora de un gran pánico-. Por fin me has encontrado... Tú, mi enemigo.
    -Tu parles, ma vielle -replicó De Grandin, con naturalidad-. Tú lo has dicho. Te he encontrado por fin. No me fue posible materialmente evitar que absorbieras la vida de aquella desgraciada persona en 1910; tampoco pude interponerme entre tú y la joven de los días de Napoleón III. Pero esta vez estoy aquí, sí. Todo queda atrás ya; el fin se aproxima.
    -Ten piedad de mí -rogó ella, temblorosa-. Ten piedad de mí, hombre cruel. Yo soy una artiste, una gran actriz. Mi arte hace felices a millares de seres. Durante años, he llevado un poco de alegría a los que vivían tristes o atribulados. Compáreme con otras mujeres... ¿Qué representan a mi lado las campesinas, las hijas de los comerciantes, las de la bourgeoisie? Yo soy Claro de Luna, la luz de la luna reflejándose en unas aguas remansadas; la dulce promesa del amor todavía no logrado...
    -Tiens... Yo creo que la luna se está poniendo, mademoiselle -dijo De Grandin, interrumpiéndola secamente-. Si desea los auxilios de un sacerdote...
    -Nigaud, bête, sot! -susurró ella. Y su susurro fue como un apagado grito-. ¡Estúpido! ¡Necio! ¡Hijo de padres imbéciles! No necesito a mi lado a ningún sacerdote, no quiero que me hablen de arrepentimientos ni de redenciones. Lo que sí deseo es recuperar mi juventud y mi belleza. Haz venir aquí a una muchacha limpia, joven, llena de salud...

    Ella se interrumpió al ver una dura mirada en los ojos de De Grandin. Apenas tenía fuerzas ya para insultarle. Pero de sus labios salieron todavía epítetos que habrían hecho enrojecer de vergüenza a una comadre de los muelles de Marsella. De Grandin encajó aquel discurso con serenidad. Ni sonreía ni se mostraba irritado. Había en él una aire de indiferencia total, como si en aquellos instantes se hubiese hallado en un laboratorio, observando en el microscopio un nuevo y curioso espécimen.

    -Eres una bestia, un perro, un cerdo -siguió diciendo la mujer-. Desciendes de apestosos camellos... Eres un hijo bastardo de una gata callejera y de un demonio de los infiernos...

    Los médicos estamos habituados al espectáculo de la muerte. Al principio de nuestra carrera, ésta nos causa siempre una gran impresión; luego, nos acostumbramos. Sin embargo, en aquel caso, no pudé evitar un escalofrío, al observar el cambio que se estaba operando a mi vista. La azulada blancura de su piel tomó un tinte verdoso; todo parecía indicar que los microorganismos de la putrefactión operaban ya en ella; el rostro de la mujer se pobló de arrugas que eran como las grietas que se abren en el hielo; el tono rubio de sus cabellos se trocó en un tono amarillento sin brillo; las manos que asomaban por encima de las sábanas parecían las garras de un animal muerto y disecado. La cabeza de la mujer se incorporó un instante sobre la almohada; los ojos estaban enrojecidos y carecían de vida. Bruscamente, se quedó sentada en el lecho, doblándose en seguida por la cintura como una burda muñeca rota; las manos buscaron su propio pecho, agitado por una tos estértórica. Luego, cayó sobre su espalda, quedándose inmóvil.

    No se oía nada, absolutamente nada en la habitación mortuoria. Ningún sonido llegaba hasta allí por las abiertas ventanas. El mundo parecía haberse paralizado con la quietud de la puesta del sol. Nora McGinnis habíase superado aquella noche. La cena que nos ofreció habría representado la máxima satisfaeción para un buen «gourmet». Su ternera en salsa agridulce fue un regalo para nuestros paladares; lo mismo que sus pastelillos, sus quesos, su melocotón y la compota de ciruela. De Grandin apuró con delectación su taza de café; luego, sonrió como un querubín; a continuación aspiró el aroma de su Chartreuse vert con los ojos entreabiertos...

    -¡Oh, no, amigo mío! -me dijo-. No puedo ofrecerle una explicación adecuada. Esto es como la electricidad: nos beneficiamos de sus efectos a cada paso, pero nada sabemos en cuanto a sus orígenes.

    Ya le dije que la reconocí nada más verla. Pero no acertaba a tomar en serio mis sospechas. Para esto, tuvo que reconocerme ella. Luego, me di cuenta de que nos enfrentábamos con algo maligno, con algo que rebasaba la experiencia cotidiana, aunque no se tratara de nada sobrenatural. Ella fue una especie de vampiro, un vampiro diferente de los tradicionales. El vampiro normal posee vida en su muerte. Ella permaneció enteramente viva. Seguiría así mientras encontrara en su camino víctimas frescas. De una manera u otra, Dios sabe cómo, adquirió la habilidad de absorber la vitalidad, la fuerza de las mujeres jóvenes y vigorosas, tomando de ellas todo lo que podían darle, dejándolas virtualmente vacías, hasta tal punto que sus víctimas perecían a consecuencia de su extrema debilidad, mientras que la actriz estrenaba una nueva juventud, gozando de un renovado vigor.

    De Grandin hizo una pausa para encender un puro, añadiendo a continuación:
    -Usted sabe que se admite generalmente que cuando un niño duerme con una persona de edad, o inválida, aquél cede su vitalidad a su compañero de lecho. En el «Libro de los Reyes» leemos que David, rey de Israel, al llegar a la edad madura, encontrándose muy debil, era reforzado por tal procedimiento. Ella se valía de un proceso similar, pero mucho más acentuado.

    En 1867 necesitó sesenta días para pasar de una juventud aparente a la edad avanzada. En 1910, el proceso duró dos semanas o diez días; este verano, se nos presentó joven por la mañana y al día siguiente era una anciana o mujer de edad madura, al menos. ¿Cuántas veces, entre los días de mi gran' père y los nuestros renovó su juventud y su vida valiéndose de jóvenes amigas? No lo sabemos... Estuvo en Italia y en América del Sur. Sólo le bon Dieu sabe qué otras partes del mundo visitó. Hay, no obstante, una cosa que parece ser cierta: con cada renovación de su juventud se tornaba más débil. Incidentalmente, habría llegado así al momento de la transformación casi repentina, a un instante en el que no hubiera dispuesto de tiempo para encontrar una víctima a la que «chupar», por así decirlo, su vitalidad.

    Mazie había sido escogida como víctima esta vez, y de no haber estado nosotros donde estuvimos... Eh bien! Yo creo que tendríamos otra tumba en el cementerio, gracias a la cual mademoiselle Leroy proseguiría sus actuaciones teatrales. Sí, sin duda. ¿Desea usted saber algo más? -inquirió De Grandin, al ver que yo no formulaba ningún comentario.

    -Hay una o dos cosas que me desconciertan -respondí-. En primer lugar, quisiera saber si existe alguna relación entre su poca corriente habilidad para rejuvenerse a expensas de otras personas y su negativa a verse fotografiada. ¿Cree usted acaso que pudiera comportarse así, por otra parte, persiguiendo un efecto publicitario?
    De Grandin consideró mi pregunta durante unos instantes, replicando luego:
    -No, no es eso... Sucede que el objetivo de la cámara fotográfica es más detallista que nuestros ojos. Un buen maquillaje puede engañar al ojo humano; las lentes de la cámara, en cambio, van más allá, mostrando todas las imperfecciones, por menudas que sean. Por esta razón, seguramente, no quería que le hiciesen fotografías. ¿Se hace usted cargo?
    Asentí.
    -Otra cosa. Usted dijo en una ocasión a Mazie que estaba seguro de que el episodio de su amistad con la Leroy constituiría un bonito recuerdo en su vida. Usted ya sabía entonces a qué atenerse con respecto al proceder de la mujer, es decir, sabía que se valía de las jóvenes para, sin la menor piedad...
    -Pues sí, es verdad que estaba entonces ya al cabo de la calle. Mazie se había relacionado con una extraña y bella actriz; la adoraba con el ardor que solamente pueden sentir las jóvenes por una mujer mayor y más mundana. De haberle dicho la verdad, se habría negado a creerme, y además yo habría atentado contra el ideal que su mente se había forjado. Es mejor que siga conservándolo, que se mantenga en una feliz ignorancia acerca de la verdadera condición de la persona que consideró amiga, respetando su recuerdo para siempre. ¿Por qué privarle de algo bello cuando guardando silencio, simplemente, podemos ayudarla a conservar un grato recuerdo?
    Una vez más, hice un gesto afirmativo.
    -Resulta difícil de creer todo esto, pese a haber sido testigo de ello -confesé-. Estoy dispuesto a aceptar su tesis, pero se me antojó algo cruel dejarla morir de aquel modo, aunque...
    -Créame, amigo mío -dijo De Grandin, interrumpiéndome-. Ella no era una mujer realmente auténtica. ¿No recuerda lo que dijo de sí misma antes de morir? Manifestó que era un clair de lune, luz de luna, carente por completo de edad y de pasiones. El suyo era un egotismo llevado a ilógicas conclusiones; tratábase de un ser cuyo egoísmo iba más allá de otros pensamientos y propósitos. Era una rara, una extraña cosa, sin sentido acerca del bien o del mal, de la justicia o la injusticia, como un fauno o un hada, o cualquier otra grotesca criatura salida de un viejo libro de magia.
    De Grandin apuró hasta la última gota del licor que había en su copa, alargándome ésta, ya vacía.
    -Yo repito, si es usted tan amable, amigo mío.

    Seabury Quinn (1889-1869)

     

    Los espíritus vampiros.
    Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891)


    Cada una de las cosas organizadas de este mundo, tanto del visible como del invisible, tiene un elemento apropiado para sí misma. El pez vive en el agua; la planta consume el ácido carbónico, el cual, por el contrario, es mortal para el animal y el hombre. Algunos seres están organizados para vivir en las capas más enrarecidas del aire; otros en las más densas. La vida, para unos, pende de la luz del sol, mientras que para otros precisa de la obscuridad. De este modo la sabia economía de la Naturaleza adapta siempre alguna forma viva a cada una de las condiciones existentes.

    Estas analogías permiten inferir que en toda la Naturaleza no existe punto alguno inhabitado, y que además cada cosa viviente cuenta con cuantas condiciones se precisan para su vida. Ahora bien; admitiendo que en el universo existe una parte invisible, la disposición inmutable de la Naturaleza autoriza la conclusión de que semejante parte está ocupada, ni más ni menos que la parte visible, y desde el momento en que existen espíritus, fuerza es aceptar la existencia de una gran diversidad de los mismos, dentro de su mundo respectivo. Decir que todos los espíritus son iguales entre sí, o que están adaptados a un mismo medio ambiente, o, en fin, que poseen poderes idénticos, o que obedecen a las mismas afinidades y atracciones, sería tan absurdo como pensar que todos los animales son anfibios, o que todos los hombres pueden nutrirse con la misma clase de alimentos. Razonable es, pues, el suponer que los espíritus más groseros están sumergidos en los más profundos abismos de la atmósfera espiritual, es decir, de lo más cercano a nuestra tierra, mientras que las naturalezas más puras, están muchísimo mas lejos del terrestre ambiente…Suponer lo contrario y pensar que cualquiera de estos girados de espíritus pueden ocupar el sitio ni las condiciones de los otros, equivaldría como a esperar que en ley de hidráulica dos líquidos de diferentes densidades pueden cambiar el grado que le corresponde en el aerómetro de Baumé.

    Görres relata (Mystiques, III, 63) una conversación que él tuvo con algunos hindúes de la costa de Malabar. Habiéndoles preguntado si entre ellos se presentaban espíritus o apariciones respondieron: “–Sí; pero son malos espíritus. Los buenos se aparecen poquísimas veces. Los malos espíritus aquellos son generalmente los de los suicidas y personas asesinadas, es decir, de las que han muerto de un modo violento, quienes revolotean en torno nuestro y se nos aparecen como fantasmas, engañando a las gentes de cortos alcances y tentando a las demás personas de mil maneras diferentes, siéndoles la noche especialmente favorable para ello.”

    Porfirio (De Sacrificiis, capitulo de El verdadero culto) nos presenta sobre esto algunos hechos repugnantes cuya verdad está comprobada por la experiencia de todos los estudiantes de magia. “El alma de las gentes perversas –dice –tiene, aun después de la muerte, cierto apego a su cuerpo y una afinidad hacia él proporcionada a la violencia con que se quebrantó su unión. Por eso nosotros, cuando desarrollamos ciertas facultades, podemos ve r a muchos espíritus cernerse, poseídos de desesperación, en torno de sus restos terrenales y hasta buscar anhelantes los. pútridos despojos de otros cuerpos, y, sobré todo, la sangre recientemente derramada, la que, por un momento, parece comunicarles algunas de las facultades de la vida.” Si algún espiritista pone en duda las palabras del gran teurgo, no tiene más que ensayar en sus sesiones de materialización los efectos de una poca de sangre humana fresca. ”Los dioses y los ángeles se nos aparecen –dice Jámblico –en medio de paz y de Armonía, y los demonios malos, revolviéndolo todo sin orden ni concierto…En cuanto a las almas ordinarias, es muy raro el que podamos percibirlas.”

    El alma, en efecto, nace en este mundo abandonando el otro mundo, en el cual ha existido antes de encarnar en la Tierra…Ella parece luego morir cuando se separa de su cuerpo, en el cual como en frágil barca ha cruzado por esta vida…Pero esta muerte no aniquila el alma, sino que la transforma tan sólo, ora en un ser protector de esos que los romanos conocían y reverenciaban con tal nombre y con el de manes, penates y lares, ora, si ha sido perverso, en una larva, un lemur, un espíritu errante, terror de los malvados…Cuando por razón de vicios, crímenes y pasiones animales un espíritu desencarnado ha caído en la octava esfera: el Hades alegórico pagano o el gehnna de la Biblia, que es la región más próxima a nuestra Tierra, puede arrepentirse con el vislumbre de razón y de conciencia que aún conserva…Un ardiente deseo de resarcirse de sus sufrimientos; un ferviente anhelo de retorno, pueden conducirle de nuevo hacia la atmósfera terrestre, donde quedará errante y sufriendo más o menos en su triste soledad. Sus instintos le impulsarán a buscar con avidez el contacto de los vivos…

    Tales espíritus son los invisibles, pero demasiado palpables vampiros magnéticos; los demonios subjetivos tan bien conocidos por las monjas y frailes extáticos de la Edad Media y por los “brujos” a quienes tanta celebridad dió el Martillo de Hechiceros; verdaderos clarividentes sensitivos según sus propias confesiones. Son los demonios sanguinarios de Porfirio; las larvas y lemures de los antiguos; los abominables instrumentos de sugestión que condujeron a tantas desgraciadas y débiles víctimas al tormento y al patíbulo. Orígenes sostiene que cuantos demonios obsesionaban a los energúmenos del Nuevo Testamento eran “espíritus” humanos…Moisés sabía perfectamente quiénes eran estos desgraciados y no ignoraba las tremendas consecuencias a que estaban expuestas las personas que cedían a tales influencias demoníacas, por cuyo motivo promulgó sus terribles decretos contra tales “brujos”. Jesús, en cambio, lleno de justicia y de divino amor hacia la Humanidad, se limitaba a curarlos en lugar de matarlos. Más tarde, andando los tiempos, nuestro clero, el pretendido modelo de virtudes cristianas, siguió la ley de Moisés, prescindiendo de Aquel a quien llamaban “su Dios Vivo”, y quemaron por millares a los pretendidos hechiceros,…¡Hechicero! ¡Fatídico nombre que llevaba aparejada antaño la muerte más ignominiosa y que hoy día, levanta, en cambio, una tempestad de sarcasmos y de ridículo!…

    La historia de los sortilegios de Salem, tal como los encontramos registrados en las obras de Cotton, Mather, Calef, Upham y otros, son un trágico capítulo de la historia de Norteamérica, que jamás ha sido descrito de acuerdo con la verdad de los hechos. En el pueblo de Salem Vitcheraft, cuatro o cinco muchachas se sintieron convertidas en médiums espontáneas, como hoy diríamos, por haber convivido con una negra india del Oeste norteamericano, quien era muy ducha en las operaciones de magia negra conocidas por rito de Obeah. Las indicadas muchachas se empezaron a sentir como maltratadas por alfilerazos, pellizcos y mordiscos en diferentes partes de su cuerpo, debidos a invisibles espectros que no las dejaban un momento de reposo. La célebre Narración de Deodat Lawson (Londres, 1704), consigna que “aquellos espíritus, obsesores de las muchachas, las maltrataban por el conocido método hechiceril del emboutement, o sea de las figurillas de cera, trapos, etcétera, representando a las víctimas, y sobre las que clavaban los alfileres, daban los pellizcos, etc., que luego, por telepatía, experimentaban las infelices jovenzuelas”. Mr. Upham nos refiere que Abigail Hobles, una de estas muchachas, reconoció que había hecho pacto con el diablo, “el cual se le aparecía bajo la forma de un mancebo, y le mandaba que atormentase a las doncellas a quienes conocía, llevándole imágenes de madera que más o menos se les pareciesen y espinas para clavarlas en dichas imágenes, lo cual hacía ella al pie de la letra, con estas últimas, recibiendo entonces aquellas muchachas idéntico dolor al que experimentarían si las propias espinas se clavasen en sus carnes”.

    Todos estos lamentables hechos históricos cuya validez ha sido comprobada por el irrecusable testimonio de los Tribunales que entendieron en la causa, confirma la doctrina de Paracelso, siendo por demás sorprendente que un sabio tan sesudo como Upham, haya podido acumular en las mil páginas de sus dos volúmenes, semejante masa de evidencia legal para demostrar la intervención en aquellos hechos de almas ligadas aun a la Tierra y de los maliciosos espíritus de la Naturaleza, sin sospechar la verdad ocultista que se halla detrás de estas tragedias, ya que hace algunos siglos que Lucrecio ponía en boca del viejo Ennius estas frases de perfecto ocultismo, que dicen:

    Bis duo sunt homínis: mane, caro, spíritus, umbra;
    Quator ista loci bis duo suscipiant:
    Terra tegil carnem; lumulam circanivolat umbra,
    Orcus habet manes.

    Respecto de esta clase de hechos, por increíbles que hoy parezcan a nuestro escepticismo, no debemos preguntarnos, imparciales, cuál de los autores antiguos menciona hechos de índole tan aparentemente sobrenatural, sino más bien, quién de ellos es el que no los menciona. En la Odisea de Homero (v. 82) hallamos a Ulises evocando el espíritu de su amigo el adivino Tiresias, mediante la ceremonia de la “fiesta de la sangre”. El héroe de Troya desenvaina su espada, ahuyentando con ella a los millares de sedientos fantasmas atraídos por el cruento sacrificio, y su mismo amigo Tiresias no se atreve a acercarse al hoyo sangriento, mientras que Ulises blande el arma homicida…Al troyano Eneas, en la Eneida de Virgilio (libro VI, v. 260), al tratar de descender al reino de las sombras, la Sibila que le guía a sus umbrales, le ordena que desenvaine su espada y se abra paso a través de la compacta muchedumbre de las fugaces sombras que le obstruyen sedientas su camino:

    Taque invade víam, vaginâque eripe ferrum.
    Glanvil, en su Sadducismus Triumphatus, da una reseña maravillosa de la aparición del “tamborilero de Tedworth”, acaecida en 1661, y en la cual el scin–lecca, o duplicado del brujo tamborilero, se asustaba grandemente a la vista de una espada. Psellus, en su obra De Daemon, hace una larga narración acerca del terrible estado en que se vio sumida. su cuñada por la posesión de un daimon elementario, y de cómo fue curada aquella por el conjurador Anaphalangis, quien comenzó amenazando con la espada desenvainada al invisible obsesor de aquel cuerpo, hasta lograr que le desalojase. Psellus expone luego el catecismo de la demonología en estos o parecidos términos:

    “¿Deseáis saber si los cuerpos invisibles de los espíritus pueden ser heridos con una espada u otra arma cualquiera? Pues sabed que si, que pueden serio. Un objeto duro arrojado contra ellos les causará el correspondiente dolor como si aun viviesen aquí abajo; porque, aunque sus cuerpos no estén ya formados de las substancias resistentes que los nuestros, no por ello dejan de ser sensibles, porque en los seres dotados de sensibilidad no son únicamente sus nervios los que tienen la facultad de sentir, sino que también la tiene el espíritu que reside en ellos…Sin auxilio de organismo físico alguno, el espíritu ve, oye y siente cualquier contacto…Si le dividís en dos, sentirá el mismo dolor que experimentaría cualquier hombre vivo, porque su cuerpo actual no deja de ser materia, aunque de naturaleza tan sutil que generalmente es invisible para nuestros ojos.

    …Sin embargo, hay una cosa que distingue al cuerpo del vivo del muerto, y es que cuando se seccionan los miembros de una persona viva no pueden volver a reunirse las dos porciones fácilmente, mientras que el tenue cuerpo etéreo de un demonio se reintegra inmediatamente después que se le, ha cercenado por completo, a la manera como el agua o el aire se unen después que les ha atravesado un cuerpo sólido cualquiera. Mas, a pesar de ello, cada rasguño o herida inferida es causa de dolores para aquel demonio, razón por la cual todos ellos temen la punta de la espada o los demás instrumentos de defensa.

    Bodin, el más sabio demonólogo de su siglo, sostiene la misma opinión tan repetida así mismo por el Porfirio y Jámblico, siguiendo a Platón y a Plutarco, como saben además muy bien todos los teurgistas. En la Demonología de aquel sabio se nos cuenta:

    Recuerdo que en 1557 un demonio elemental de los llamados relampagueantes, cayó con el rayo en casa del zapatero Pondot, y al punto empezaron a llover piedras en toda la habitación, con las cuales pudo llenar un arcón el ama de la casa, cerrando enseguida herméticamente las ventanas, lo que no impidió, sin embargo, el que las piedras siguiesen cayendo, aunque sin dañar a ninguno de los allí presentes. El magistrado Latomí vino a informarse, pero no bien entró cuando el espíritu le arrebató su sombrero. Seis días iban así transcurridos cuando el consejero M. J. Morgues llegó también a buscarme para esclarecer tal misterio. Cuando entramos en la casa ya alguien había aconsejado al dueño de la misma que se encomendase a Dios de todo corazón y blandiese con energía por todo el ámbito del aposento su espada desenvainada. Desde aquel momento cesaron como por encanto aquellos fenómenos que durante una semana les habían tenido tan molestos.”

    Los libros de hechicería de la Edad Media están llenos de narraciones análogas, pero los más antiguos filósofos no sólo mencionan relatos análogos, sino que puntualmente los describen y analizan. Proclo figura en primera línea en punto a semejantes maravillas. Pasma verdaderamente la colección de hechos que presenta, corroborados por testigos, entre ellos algunos famosos filósofos. Al recordar muchos casos de su tiempo en los que a no pocos cadáveres se los había encontrado con diferentes posiciones en sus tumbas, lo atribuye a que eran larvas o vampiros, “como los casos –añade –referidos por los antiguos respecto de Aristio, Epiménides y Hermodoro”, o como los otros cinco de la Historia de Clearco, el discípulo de Aristóteles. Para acabar, cita el caso de Filonea. Esta hija del Demostrator, añade, casada contra su voluntad con un tal Krotero, murió poco después, pero a los seis meses de muerta volvió a la vida, como dice Proclo, a causa de su antiguo amor por el joven Macates, a quien visitó durante muchas noches sucesivas hasta que ella, o mejor dicho el vampiro que hacía sus veces, murió de rabia. Su cuerpo muerto, después de su segundo fallecimiento, fue visto por toda la ciudad en la casa de su padre, mientras que su sepultura se encontró vacía. Semejante suceso está confirmado por las Epístolas de Hiparco y por las de Arriedo a Filipo, según relata Catalina Crowe en su Nighi–Side of Nature, pág. 335. Demócrito en sus escritos referentes al Hades, diserta, en fin, ampliamente sobre las posibilidades de que algunos muertos retornen a la vida.

    Para hacerse cargo de la timidez, frivolidad y prejuicios con los que se suelen juzgar estos y otros mil hechos del pasado, no hay sino hojear la obra del Dr. Figuier, Historia de lo maravilloso en los tiempos modernos. La obra apoyada en testimonios tan valiosos como el del célebre Dr. Calmeil, director del asilo de lunáticos de Charentón, se ocupa documentadísimamente de los profetas de Cevennes; los camisardos, los jansenistas, el diácono Paris y cien otras epidemias de neurosis consignadas en la historia de los últimos siglos y que sólo podemos ligeramente mencionar, máxime habiendo sido descriptos por cuantos autores modernos se han ocupado de estos problemas. Los asombrosos fenómenos de los convulsionarios de Cevennes se presentaron como una verdadera epidemia a fines de 1700. Las medidas inhumanas adoptadas por los católicos franceses para extirpar aquel espíritu de profecía que había asaltado a una población entera, son sucesos históricos sobre los que no tenemos por qué insistir. El mero hecho de que un puñado de hombres, mujeres y niños, que apenas sumaban dos mil personas, resistiesen durante años enteros a los 60.000 soldados del rey, es ya por sí solo un prodigio. Todas las maravillas acaecidas a aquéllos, están registradas en los procesos que hoy se conservan en los Archivos de Francia. Existe entre éstos el informe oficial que el feroz abate Chayla, prior de Lava¡ elevó a Roma, y en el cual se lamenta de que el espíritu maligno fuese tan poderoso que no bastase exorcismo ni tortura inquisitorial alguna que alcanzase a desalojarle de los cevenneses. Añade el abate que él mismo puso las manos de esta gente sobre carbones encendidos; que envolvió a varios otros en algodón impregnado en aceite y les prendió fuego, sin conseguir en uno y otro caso que se chamuscasen ni que se formase una sola ampolla en su epidermis; que se dispararon tiros sobre ellos a quemarropa, encontrándose luego aplastadas las bajas entre la ropa y la piel, sin producirles el menor rasguño, etc…, etc…

    “A fines del siglo XVII –dice el Dr. Figuier después de relatar todo esto –una anciana importó en Cevennes aquel espíritu de profecía, que bien pronto se comunicó a diversos jóvenes de ambos sexos, acabando el contagio por ser general. Hombres, mujeres, tiernos niños se habían constituido en torrentes de la más extraña inspiración, expresándose, no en patois ordinario, sino en el más correcto francés, lengua tan poco conocida en la región en aquel tiempo. Hasta los niños de pecho profetizaban. Ocho mil profetas –continúa –se esparcieron por el país y la mitad de las facultades de Medicina de Francia, entre ellas la de Montpeller, se apresuraron a constituirse en Cevennes, declarándose maravilladas y confundidas al escuchar a gentes sin cultura literaria alguna disertar eruditamente de cosas de las que jamás supieron una palabra, y hasta se expresaban con igual lucidez ¡meros niños de teta!, durando horas y horas los tales discursos…Aquello –añade el comentador –no fue sino una momentánea exaltación de las facultades intelectuales, fenómenos que pueden observarse en muchas afecciones del cerebro”…¡Exaltación momentánea, que dura muchas horas, en cerebros de niños de pecho, hablando en correcto francés antes de que hayan podido aprender ni una sola palabra de su patois: ¡Oh milagro de la fisiología! Prodigio debía ser tu nombre, exclama el católico Des Mousseaux al comentar la obra de Figuier en la suya acerca de “Las costumbres y prácticas de los demonios”.

    Vengamos ahora a los no menos célebres prodigios de los jansenistas, según el Dr. Figuier, con gran copia de datos históricos, nos cuenta. El diácono Paris era un jansenista que murió en 1727. Inmediatamente después de su muerte comenzaron a ocurrir junto a su tumba los más sorprendentes fenómenos. El cementerio rebosaba de gente desde la madrugada hasta la noche, y los jesuítas, exasperados al ver que los herejes verificaban las curas más maravillosas y todo género de prodigios, acudieron a las autoridades, obteniendo de ellas la orden de que se cerrase la entrada a la tumba del célebre diácono. Pero a pesar de todos los obstáculos, las maravillas continuaron durante unos veinte años. El obispo Douglas, que fue a París con este exclusivo objeto, visitó el sepulcro y pudo comprobar que los milagros continuaban como el primer día entre los convulsionarios, cosa que, forzosamente, se achacó, como siempre, al diablo. El propio Hume, en sus Ensayos filosóficos, añade: “Jamás seguramente se habrán atribuido a una sola persona tantos milagros corno los que últimamente se han dado como acaecidos junto a la tumba del diácono Paris. Doquiera se veían enfermos que habían sanado, sordos que habían oído y ciegos que habían recobrado la vista por la virtud del sepulcro santo. Pero lo más extraordinario del caso es que muchos de dichos milagros acaecieron en el sitio mismo de la tumba, ante jueces de indiscutible seriedad y rectitud, en una época ilustrada, hechos que ni los propios jesuítas, a pesar de ser gentes de ordinario instruidas; de contar con el apoyo de las autoridades civiles, y de ser decididos enemigos de las opiniones en cuyo favor se dice que fueron obrados los milagros, han sido capaces tú de negarlos, ni de refutarlos, ni de descubrir su verdadera causa. Tal es la verdad que arroja el testimonio histórico acerca de semejantes sucesos.”

    El Dr. Middleton, en su Investigación libre, obra que escribió acerca de dichos fenómenos a los diez y nueve años de haber comenzado y cuando ya estaban en franca decadencia, declara que la evidencia de tales milagros es tan plena e indiscutible por lo menos como la de las maravillas que de los apóstoles se refieren. En efecto, dichos fenómenos, cuya autenticidad está probada por tantos millares de testigos, ante magistrados y a despecho del clero católico entonces omnipotente, deben ser colocados entre los más sorprendentes que registran la Historia. Carré de Montgeron, miembro del Parlamento, que se hizo famoso por sus relaciones con los jansenistas, los enumera cuidadosamente en los cuatro gruesos volúmenes en cuarto dedicados al rey, bajo el título de La Vérité des miraeles operés par l´intercession de M. de Paris, demontrée contre l'Archevêque de Sens. Por sus irrespetuosidades hacia el clero romano fue encerrado en la Bastilla; pero era tal el cúmulo de testimonios personales y oficiales aducidos para probar cada uno de los casos, que la obra fue aceptada.

    “Una de las –convulsionarias –dice Figuier –apoyada por sus lomos en la punta de aguda estaca, se mantenía doblada en forma de arco con la mayor impasibilidad. El placer mayor que podía darse a esta criatura era recibir en tal posición y sobre su estómago el golpe de un pedrusco de cincuenta libras suspendido de una polea. Montgeron y muchos otros testigos añaden que, no sólo no mostraba magulladuras la muchacha, sino que pedía a voz en grito que golpeasen aún más fuerte. Juana Maulet, otra joven de veinte años, apoyada su espalda contra la pared, recibía sobre su epigastrio centenares de golpes dados por un forzudo gañán con un martillo de treinta libras sobre un taladro de hierro apoyado así sobre la boca del estómago de la débil paciente. Pudiera creerse –añade Montgeron al relatarlo –que el taladro debería hundirse en las entrañas de ésta, pero, al contrario, ella gritaba, con la cara radiante de felicidad: “¡Oh qué delicia, y cuánto placer me causa este golpeteo ¡Valor, hermano, y golpead con doble fuerza, si podéis!…”

    La relación oficial de tales maravillas, que es mucho más completa que la de Figuier, añade otros detalles, tales como el de aquellos que serenamente se ponían a describir sucesos distantes, luego infaliblemente comprobados; el de mantenerse en el aire muchos de estos convulsionarios merced a una fuerza invisible y sin que todos los esfuerzos reunidos de los miembros de la Comisión eran impotentes para obligarles a que bajasen. Se vieron ancianas trepando con agilidad de gatos monteses por muros verticales hasta de treinta pies de altura. El Dr. Calmeil, director del Asilo de locos de Charentón, dió acerca de estos y otros fenómenos análogos la acostumbrada explicación que de ellos dan los médicos: “el meteorismo o plenitud de gases en el tubo digestivo; el estado espasmódico del útero de las mujeres; la turgencia de las envolturas carnosas de las capas musculares que protegen y cubren el abdomen, etc.; añadiendo que la asombrosa resistencia ofrecida por el cuerpo de los convulsionarios era debida al histerismo o a la epilepsia, fuerza que tiene algunos puntos de contacto con los cambios de sensibilidad que se producen por el miedo, la cólera, en una palabra, cualquiera otra pasión de ánimo llevada hasta el paroxismo. Para el terrible crítico católico Des Mousseaux, en su obra citada, replica lleno de indignación ante ésta y otras opiniones semejantes de nuestra ciencia médica:

    “¿Estaba el ilustrado médico completamente despierto cuando formuló tales teorías?…Si él o el Dr. Figuier quisiesen mantener seriamente sus categóricas afirmaciones podríamos decirles: “¿Nos permitiríais una vez, por vía de experimento, insultaros tan duramente que estallaseis en justa indignación contra nosotros al oír de nuestros labios, por ejemplo que falseáis la ciencia y estafáis a vuestro público, y, aprovechando tal momento, repitiésemos con vosotros los experimentos de Cevennes, dándoos un saludable masaje con estacas o garrotes, seguros de que otra cosa no resultarían estos terribles golpes, dado el estado de insensibilidad a que seguramente os llevaría vuestra cólera?”

    Inútil es el añadir que el reto de Des Mousseaux ha quedado, por siempre, sin respuesta. Volvamos a los hechos de vampirismo. Verdaderas o falsas, existen entre los orientales “supersticiones” de una naturaleza tal como jamás pudieron soñar un Edgard Allan Poe o un Hoffmann, y estas creencias se hallan infiltradas en la misma sangre de las naciones que las dieron vida. Cuidadosamente expurgadas de toda exageración, se verá que encierran una creencia universal en aquellas almas astrales, inquietas y errabundas conocidas con los nombres de gulas o vampiros. Un obispo armenio del siglo V, llamado Yeznik, cita algunos ejemplos de esta clase en el libro I, párrafos 20 y 30, de una obra manuscrita que se conservaba hace unos treinta años en la biblioteca del monasterio de Etchmeadzine, en la Armenia rusa. Entre otras existe una tradición que data de los tiempos del paganismo y, según la cual, siempre que un héroe cuya vida es todavía necesaria en la tierra, cae en el campo de batalla, los aralez, o sean los antiguos dioses populares del país, quienes poseen la facultad de poder volver a la vida a los que han muerto en el combate, lamen las sangrientas heridas de la víctima, y soplan sobre ellos hasta que les han comunicado una vida nueva y vigorosa, después de lo cual, el guerrero se levanta; desaparecen todas sus heridas y vuelve a ocupar su puesto en la batalla. Pero el espíritu inmortal del héroe vuela muy lejos, entretanto, y vive el resto de sus días en un templo abandonado y lejano.

    Tan luego, por otra parte, corno un adepto era iniciado en el último y más solemne misterio de la transmisión de la vida, el séptimo y temible rito de la gran operación sacerdotal que constituye la más elevada teurgia, ya no pertenece más a este mundo. Su alma era ya libre desde aquel momento, y los siete pecados mortales, en acecho siempre hasta entonces para devorar su corazón al tiempo en que su alma libertada por la muerte cruzase las siete escaleras y los siete portales, ya no podían dañarle ni en muerte ni en vida, por cuanto había pasado ya las siete dobles pruebas y los doce trabajos de la hora final. El Sumo Hierofante era quien únicamente sabía cómo llevar a cabo esta solemne operación de infundir su propio aliento vital y su propia alma astral en el adepto escogido por él para sucederle, y quien de esta suerte quedaba así dotado de una doble vida12 .

    La Epístola V a los Hebreos trata del sacrificio de sangre. “En donde existe un testamento –dice –necesariamente debe mediar la muerte del testador…Sin el derramamiento de sangre no hay remisión alguna…” La sangre produce fantasmas, y sus emanaciones proporcionan a ciertos espíritus los materiales necesarios para formar sus apariciones transitorias. “La sangre –dice Eliphas Levi es la primera encarnación del fluido universal, la luz vital materializada. Su producción es la más maravillosa de todas las maravillas de la Naturaleza; vive, porque se transforma perpetuamente, siendo el efectivo Proteo universal. La sangre procede de principios en los cuales antes no existía nada análogo, y que se convierte en carne, huesos, cabellos, sudor, lágrimas…La sustancia universal, con su doble movimiento, es el gran arcano del Ser, la sangre es a su vez el gran arcano de la vida.

    “La sangre, dice el hindú Ramatsariar, contiene todos los secretos de la existencia; ningún ser viviente puede existir sin ella. El comer sangre es profanar la obra del Creador.” Por ello Moisés, siguiendo la universal tradición prohíbe hacerlo. Paracelso escribe que con los vapores de la sangre puede uno evocar cualquier espíritu que desee ver, puesto que con sus emanaciones se formará una apariencia, un cuerpo visible –pero esto es perfecta hechicería o necromancia. –Los hierofantes de Baal se inferían profundas incisiones en su cuerpo y con su propia sangre producían apariciones objetivas y tangibles. Los secuaces de cierta secta persa, muchos de los cuales se ven en las cercanías de los establecimientos rusos de Temerchan–Shoura y Derbent, tienen sus misterios religiosos, durante los cuales forman un gran círculo y giran en frenética danza. Estando arruinados sus templos, verifican sus ritos en edificios retirados y cerrados a toda vista desde el exterior, edificios con una gruesa capa de arena como pavimento. Todos van vestidos con flotantes vestiduras blancas y las cabezas desnudas y afeitadas. Armados de cuchillos y excitados por la macabra danza, pronto llegan a un grado tal de excitación furiosa que comienzan a herirse a sí propios y a los otros hasta que no pueden más y el pavimento queda empapado en sangre. Antes de que semejante “Misterio” termine, cada hombre tiene un compañero con quien danza. Algunas veces los espectrales bailarines tienen cabellos en sus cráneos lo cual se diferencian de los naturales de sus inconscientes cabezas. Como hemos prometido solemnemente el no divulgar los demás detalles de esta terrible ceremonia que sólo hemos presenciado una vez, debemos abandonar este punto, añadiendo que durante el tiempo en que estuvimos en Petrovsk, del Cáucaso, presenciamos otro misterio semejante.

    Antiguamente las hechiceras de Tesalia añadían algunas veces a la sangre del célebre cordero negro, la de un niño, para mejor evocar las sombras. A los sacerdotes se les enseñaba el arte de evocar los espíritus de los muertos, así como los de los elementos, pero su manera de proceder no era ciertamente las de aquellas terribles hechiceras. Entre los yakuts de Siberia, en los mismos confines del lago Bai kal y junto al río Vitema, existe otra tribu que practica la hechicería tal y como la ejercían las famosas brujas de la Tesalia. Sus creencias religiosas son una mezcla extraña de superstición y de filosofía…Según ellas las almas de los muertos se convierten en “sombras” condenadas a vagar sobre la tierra hasta que se verifique cierto cambio, ora favorable, ora adverso, que ellos explican, por supuesto. Las sombras luminosas o sean las de los buenos, se convierten en los guardianes o protectores de aquellos a quienes han amado en la tierra. Las sombras obscuras, siempre procuran, por el contrario, causar daño a cuantos en vida conocieron, incitándoles al crimen y demás malas acciones perjudicando así por todos los medios a los mortales…Durante los sacrificios de sangre, que siempre se verifican de noche, los yakuts evocan las sombras obscuras o malvadas para saber de ellas el modo cómo han de contener su malignidad. La sangre les es necesaria para esta, porque sin sus vapores, no podrían aquéllas hacerse visibles, y aun serían, creen, más peligrosas, pues que la extraerían de las personas vivientes por medio de la transpiración. En cuanto a las sombras buenas o luminosas, ellas no precisan ser evocadas así, porque les desagrada, y porque cuando quieren, pueden hacer sentir, sin necesidad de nada, su presencia.

    La evocación por medio de la sangre se practica también, aunque con diferente objeto, en distintos puntos de Bulgaria y de Moldavia, especialmente en los distritos vecinos a los musulmanes. La tiranía y esclavitud horribles a que han estado sujetos estos desgraciados cristianos durante siglos les ha hecho mil veces más impresionables y más supersticiosos. El día 7 de Mayo de cada año, los habitantes de Bulgaria y Moldavia Valaca celebran “la fiesta de los muertos”. En efecto, después de puesto el sol, multitud de hombres y mujeres, llevando sendos cirios en las manos, acuden a los cementerios y oran sobre las tumbas de sus difuntos. Esta antigua y solemne ceremonia, llamada Trizna, es una reminiscencia general de los primitivos ritos cristianos; pero era más solemne todavía mientras duró la esclavitud musulmana…Entre los habitantes de las ciudades la ceremonia es ya meramente rituaria; pero entre algunos campesinos el rito toma proporciones de toda una evocación teúrgica. La víspera del día de la Ascensión, las mujeres búlgaras encienden una porción de lámparas y cirios; junto a las tumbas colocan crisoles sobre trípodes, y el incienso perfuma la atmósfera en un grandísimo radio alrededor. Desde que anochece hasta un poco antes de la media noche, y en memoria del muerto, se convida a comer a los amigos y a un cierto número de mendigos, obsequiándoles además con vino y raki o aguardiente, y se distribuye dinero a los pobres. En cuanto ha terminado la fiesta, se acercan los convidados a la tumba, y llamando al difunto por su nombre, le dan las gracias por las bondades de que han sido objeto. Cuando ya todos, incluso los parientes más cercanos, se han ido marchando, una mujer, generalmente la de más edad, se queda sola con el muerto, y se asegura que procede entonces a la ceremonia de la evocación. Prosternada de hinojos, y después de fervientes súplicas al muerto una y mil veces repetidas para que se presente, la mujer se extrae un número mayor o menor de gotas de sangre del lado izquierdo de su pecho y las deja caer lentamente sobre la tumba. Esto da fuerza al invisible espíritu del muerto que vaga en derredor del sepulcro, permitiéndole, por algunos instantes, el asumir forma visible y dar sus instrucciones adecuadas a la cristiana teurgista o bien bendiciéndola simplemente y desapareciendo hasta el año próximo. Tan firmemente está arraigada semejante creencia, que, con motivo de una dificultad de familia, hemos oído a una mujer moldava proponer a su hermano el demorar toda decisión acerca del asunto debatido hasta que en la noche de la Ascensión pudiese el padre resolver la dificultad, cosa a la que el hermano accedió como si su padre se hallase en la habitación contigua.

    Que en la Naturaleza existen secretos terribles, bien puede creerlo el que, como nosotros, ha sido testigo del caso del zuachar ruso, caso en el que no pudo el hechicero morir hasta que comunicase a otro la palabra, lo cual rara vez dejan de hacerlo por su parte los hierofantes de la Magia Blanca.
    Los hindúes creen tan firmemente como los servíos y húngaros en los vampiros. “El hecho de un espectro que reaparece para chupar la sangre humana, dice el Dr. Pierart famoso mesmerizador, en un artículo sabio de la Revue Spiritualiste, volumen IV, no es tan inexplicable como parece, y menos para los espiritistas, quienes admiten los fenómenos llamados de bicorporeidad o duplicación del alma. Esas manos espectrales que hemos estrechado, esos miembros materializados que tan palpablemente hemos visto en las sesiones mediumnímicas, son una prueba evidente acerca de cuántas y cuántas cosas son posibles, bajo condiciones favorables, para esos espectros de lo astral evocados por ellas.”

    Al así expresarse el respetable médico, no hace sino reproducir la teoría cabalista acerca de los shandim, o sea de la categoría más inferior de todos los seres espirituales. Al referirnos Maimónides en su obra Abodah Sarah que las gentes de su tiempo se veían obligadas a mantener íntimas relaciones con sus difuntos, describen las fiestas de sangre que en tales casos se celebraban. Cavaban al efecto un hoyo en el suelo en el cual vertían sangre fresca y, colocando encima del mismo una mesa, evocaban a los espíritus, quienes presurosos acudían, contestando a todas sus preguntas. No obstante de ello, Pierart, con toda su doctrina teurgista acerca del vampirismo, se muestra indignadísimo contra la superstición del clero al ordenar que se atraviese con una estaca el corazón de todo cadáver sobre quien hayan recaído sospechas de vampirismo. En tanto que la forma astral del muerto no esté completamente desprendida del cuerpo, existe, en efecto, cierta trabazón en virtud de la cual, mediante la atracción magnética, puede obligarse a aquella forma a que retorne y se posesione de nuevo del cuerpo. Acontece en ocasiones que la forma astral no se ha desprendido de éste más que a medias, por decirlo así, cuando el cuerpo es enterrado por presentar todas las apariencias de una muerte efectiva. En semejantes horribles casos, el alma astral, aterrada, retorna violentamente a su envoltura de carne, y entonces la desdichada víctima, o bien acaba de morir realmente tras el paroxismo de las atroces angustias de la sofocación, o bien, si durante su existencia terrestre, ha sido groseramente material, se convierte en un vampiro

    En este segundo caso, empieza para el mísero cataléptico, así enterrado en vida, una existencia verdaderamente bicorpórea, en la que el cuerpo que yace aprisionado en la tumba es sostenido con la sangre o fluidos vitales que sus cuerpos astrales fantasmáticos roban aquí y allá a los vivos, porque, es sabido, que esta última forma etérea puede ir donde le plazca y, en tanto que el lazo que la mantiene unida al cuerpo no se rompa, vagar en forma ya visible ya invisible, alimentándose arteramente de sus humanas víctimas. A juzgar por todas las apariencias, semejante espíritu logra seguidamente el transmitir, mediante una disposición misteriosa e invisible que acaso llegue a ser explicada algún día, el producto de su succiones fluidicas al cuerpo material que yace inerte en el fondo de la tumba, contribuyendo así a perpetuar en cierto modo aquel su estado de catalepsia, Brierre de Boismont cita algunos casos por el estilo, completamente auténticos, que ha tenido a bien calificar de “alucinaciones”. “Una reciente investigación ha demostrado –dice un periódico francés –que en 1871 dos cadáveres fueron sometidos al infame tratamiento de la superstición popular, por instigación del clero…¡Oh ciega preocupación!, “pero el Dr. Pierart, citado por el escritor católico Des Monsseaux quien resueltamente admite el vampirismo, exclama: “–¿Ciega superstición, decís? Sí, tan ciega como gustéis, pero, ¿de dónde provienen tales preocupaciones? ¿Por qué se han perpetuado ellas a través de todas las épocas y en tantísimos países? Después de la infinidad de casos de vampirismo como se han visto, ¿debemos decir nosotros que hoy ya no sucede tal cosa y que los casos que de ello se relatan jamás tuvieron sólido fundamento? De la nada, nada se hace. Cada creencia, cada costumbre, procede de los hechos y causas que le han dado origen. Si nunca se hubiese visto aparecer en el seno de las familias de ciertos países, seres revestidos de las ordinarias apariencias, de los muertos yendo a chupar la sangre de una o varias personas y si de esto no hubiese resultado la muerte por extenuación de la víctima, nadie hubiese ido jamás a desenterrar los cadáveres a los cementerios, ni jamás hubiésemos presenciado nosotros el hecho increíble de haberse encontrado personas enterradas varios años antes, con el cuerpo blando y flexible, los ojos abiertos, la tez sonrosada, con la boca y narices llenas de sangre y manando sangre a torrentes en el acto de ser decapitada”.

    Uno de los más importantes ejemplos de vampirismo figura en las cartas reservadas del filósofo, marqués d'Argens, y en la Revue Britanique de Marzo de 1837, el viajero inglés Pashley describe algunos casos de que tuvo noticia en la isla de Candía. El Dr. Jobard, sabio belga, anticatólico y antiespiritista, da testimonio de otros casos análogos en su obra acerca de Les Hauts Phenomenes de la Magie, pág. 199.

    “No quiero examinar, dice el obispo de Avrauches Huet (Huetiana, página 81), si los casos de vampirismo que se relatan diariamente son verdaderos o meros frutos de un error popular, mas es lo cierto que han sido atestiguados por tantos autores competentes y fidedignos y por un número tan considerable de testigos de vista, que nadie debe decidirse en esta cuestión sin contar con una gran dosis de prudencia.”

    Aquel buen señor de Des Mousseaux, que tanto se ha molestado recogiendo materiales para su teoría demonológica, nos sale con algunos ejemplos sensacionales para demostrar que todos estos casos se deben a la intervención del diablo, el cual toma las formas fantasmáticas de los muertos para revestirse de ellas y vagar por las noches chupando la sangre de las gentes, explicación que a nosotros nos parecería excelente si no pudiésemos arreglarnos con otras mejores sin traer a la escena a personaje tan siniestro. Si de una vez para siempre queremos creer en el retorno de los espíritus, tenemos una multitud de perversos sensualistas, miserables y criminales de todas clases, especialmente suicidas, capaces de rivalizar en malicia con el mismísimo diablo en sus mejores días, que ya es bastante por sí solo el vernos actualmente obligados a creer en lo que vemos y sabemos que es un hecho, o sea en los espíritus, sin necesidad de añadir a nuestro panteón de espectros a un diablo a quien nadie ha visto nunca.

    Sin embargo, en lo que al vampirismo se refiere, hay particularidades interesantísimas que recoger, desde el momento en que la creencia en tal fenómeno ha existido desde las épocas más remotas en todos los países. Las naciones eslavas, los griegos, válacos y servios, dudarían primero de la existencia de sus enemigos los turcos que del hecho relativo a la existencia de los vampiros. Los brucolak o vurdalak, como son denominados estos últimos, son huéspedes sobrado familiares en el hogar eslavo para que se dude de ellos. Escritores del mayor talento, hombres tan integérrimos como llenos de perspicacia, se han ocupado del asunto creyendo en él por supuesto.…¿De dónde proviene esta máxima creencia a través de los tiempos; esa identidad de detalles y analogías en las descripciones de aquel singular fenómeno, que encontramos en el testimonio jurado de pueblos extraños los unos a los otros y que discrepan, sin embargo, por completo respecto a otras varias supersticiones?

    “Hay –dice Dom Calmet, escéptico monje benedictino del siglo XIX, en su artículo Apparitions (vol. II, pág. 47 de la obra antes citada) –dos procedimientos distintos para destruir la creencia de estos pretendidos espectros…El primero consiste en explicar los prodigios del vampirismo por medio de meras causas físicas: el segundo en negar completamente la verdad de tales relatos, cosa que consideramos lo más seguro y más prudente”.

    El primer procedimiento de explicar, en efecto, el vampirismo por medio de causas físicas, aunque ocultas, es el adoptado por la escuela de Mesmerismo de Pierart, y, no son ciertamente los espiritistas quiénes más derecho puedan tener de rechazar lo plausible de esta explicación. El segundo plan, sin embargo, es el adoptado por los hombres de ciencia y por los escépticos. Según advierte Des Mousseaux, no hay camino que menos filosofía requiera que este procedimiento expedito de la negación rotunda de lo que se ignora. “Cierto día –añade Dom Calmet –empezó a aparecerse inopinadamente a los habitantes de una aldea, cerca de Kodom, el espectro de un pastor, y, a consecuencia del susto, o bien por otra causa cualquiera, todos murieron antes de una semana. Exasperados los demás campesinos ante aquello, fueron en busca del cadáver del pastor y le desenterraron, clavándole con una gran estaca en el suelo. Otra vez se apareció, sin embargo su espectro aquella. misma noche, sumiendo a la población en terrores casi apocalípticos y matando por sofocación a varios habitantes, en vista de lo cual, las autoridades locales entregaron el cuerpo del pastor al verdugo, el cual le quemó en un campo vecino. El cadáver –añade Des Mousseaux al comentar el hecho –aullaba como un loco, pateando y resistiéndose como si estuviese vivo, arrojando rojas oleadas de sangre por la herida de la estaca, y las apariciones de su espectro no cesaron hasta que el cuerpo todo no quedó reducido a cenizas.

    “En más de una ocasión –continúa Dom Calmet –varios agentes de la justicia visitaron los lugares que, según públicos rumores, eran frecuentados por espectros. Los cadáveres de éstos fueron al punto exhumados y siempre se observó sano y sonrosado el cuerpo de todos los sospechosos de vampirismo. Se observaba también que los objetos familiares de las casas antaño habitadas por ellos en vida, se movían extrañamente sin que nadie los tocase. Por un celo muy natural, las autoridades se negaban generalmente a la cremación o a la decapitación, sin cumplir antes los procedimientos legales: se citaban, pues, testigos, y sus declaraciones eran oídas y atentamente meditadas. Luego se pasaba al examen de los cadáveres desenterrados, y si presentaban, por su parte, las inequívocas señales dichas de su vampirismo, eran entregados al verdugo.

    “La dificultad principal, empero, de todo esto –termina Dom Calmet –consiste en saber el cómo y cuándo estos vampiros pueden abandonar sus tumbas y, luego de realizar sus proezas, tornar a entrar en ellas, sin que parezca que la tierra haya sido removida lo más mínimo, habiéndosele visto por los testigos con sus habituales vestidos, comiendo y vagando en fin, de un lado a otro, cual si estuviesen vivos…Y si todo ello no es sino pura fantasía por parte de quienes se vieron favorecidos por semejantes visitas, ¿por qué, indefectiblemente se encuentran luego en sus respectivas sepulturas los cadáveres de tales espectros, frescos y flexibles, llenos de sangre, y sin ofrecer en su cuerpo señales de descomposición alguna? ¿Cómo explicar el que al día siguiente de la noche en que repetidos espectros aterrorizaron con su aparición a los vecinos, sus pies resultaban sucios, y cubiertos de barro, cosa que no se observaba en modo alguno con los demás cadáveres del mismo cementerio? ¿Por qué, una vez quemados los cuerpos de los vampiros, nunca tornan a aparecer sus espectros y por qué, en fin, han ocurrido casos semejantes con tanta frecuencia en este país, haciendo imposible el desterrar de él tamañas supersticiones?”.

    Existe, a no dudarlo, un estado de semimuerte, fenómeno de naturaleza desconocida y desechado, por tanto, como superstición por la fisiología y la psicología de nuestra época. En semejante estado, el cuerpo está virtualmente muerto, y en los casos de aquellas personas en los que la materia haya predominado sobre el espíritu, sin que una perversión absoluta, sin embargo, haya destruido “el hilo de oro” que une al alma humana con su Supremo Espíritu, una vez que el cuerpo físico yace abandonado a sí mismo, el alma astral se irá desprendiendo de él por medio de esfuerzos graduales, separándose completamente de aquél al romper el eslabón último de los corpóreos vínculos. A partir de este momento, una polarización magnética repelerá violentamente al hombre etéreo, de la masa orgánica de su cuerpo, ya en franca descomposición, y toda la dificultad consiste, primero, en que nosotros nos imaginamos que el momento de tal separación entre los dos cuerpos es aquel en que el hombre es declarado muerto por la ciencia, y no después, y segundo, en la incredulidad dominante acerca de la existencia, sea del alma, sea del espíritu, mantenida injustamente por esa misma ciencia.

    Pierart trata de demostrar en su trabajo que son siempre peligrosos los enterramientos prematuros, aun cuando ofrezca señales indudables de putrefacción. “Los infelices muertos catalépticos –dice –enterrados como muertos efectivos en lugares secos y frescos en donde el cuerpo no puede ser destruido por causas locales, su espíritu, (es decir, su cuerpo astral), revistiéndose de un cuerpo fluidico (o etéreo) se ve impelido a abandonar su tumba y a ejecutar, a expensas de los seres vivientes, los actos peculiares de su vida física, los de nutrición muy especialmente, y cuyos elementos gracias a un misterioso lazo existente entre el cuerpo y el alma, lazo que la ciencia espiritualista explicará algún día, son transmitidos al cuerpo material que yace en la sepultura, ayudándole de este modo a conservar su mísera existencia. Semejantes espíritus, vagando en sus cuerpos efímeros, han sido vistos con frecuencia alejándose o retornando a los cementerios, y se ha sabido que, cayendo sobre vivos, les han chupado la sangre, vampirizándoles. Ulteriores investigaciones judiciales, luego, han venido a demostrar que, a consecuencia de tamaña monstruosidad, sobrevenía una extraordinaria hemación o desangre de las víctimas, quienes por ello, más de una vez habían sucumbido.”

    Así, pues, al tenor del piadoso consejo de Dom Calmet, o debemos persistir en negar los hechos, o bien, si es que hemos de aceptar los testimonios humanos y legales, muy dignos de respeto, aceptar la única explicación posible dada por Glanvil al decir en el volumen II, pág. 70 de su Sadducismus Triumphalus, que “las almas de los difuntos se encarnan en vehículos aéreos o etéreos, como está plenamente comprobado por hombres tan eminentes como el Dr. More, al evidenciar que semejante doctrina fue siempre la de los Santos Padres y los más antiguos filósofos…”

    Antes de abandonar el repulsivo tema del vampirismo, y sin otra garantía que la de habérnoslo comunicado varios testigos fidedignos, queremos citar un caso más para que pueda servir de ejemplo: A principios de este siglo, acaeció en Rusia uno de los más horribles casos de vampirismo que la Historia registra. El gobernador de la provincia de Tch*** era un hombre de unos sesenta años, y de un carácter celoso, malicioso y cruel. Investido de una autoridad despótica, la ejercía sin contemplación alguna, llevado siempre del primer impulso de sus brutales instintos. Se había enamorado el gobernador de una linda muchacha, hija de un oficial subordinado suyo, y, a pesar de que la doncella estaba prometida a un joven que la amaba extraordinariamente, el tirano obligó al padre de la muchacha a que la desposase con él y no con el joven. Presa de la mayor desesperación, la pobre víctima llegó a ser la esposa del viejo, quien bien pronto se mostró lleno de celos, llegando hasta golpearla y encerrarla semanas enteras en su domicilio sin dejarla hablar con nadie más que en su presencia. Por último, el odioso gobernador cayó enfermo cierto día y murió; pero al sentir ya próximo su inevitable fin, hizo jurar a su esposa que no se volvería a casar, conminándola, con las más horribles imprecaciones, de que en el caso de que faltase a su juramento, llegaría hasta salir del sepulcro, y la mataría.

    El tirano fue enterrado en el cementerio de la ciudad que cae al otro lado del río, y su libertada viuda, de allí a poco, venciendo sus escrúpulos por su juramento, dió de nuevo oídos a las instancias de su antiguo novio, y quedaron comprometidos ambos para casarse en plazo breve. La noche misma de la acostumbrada fiesta esponsalicia, cuando ya se había retirado todo el mundo, se alborotó la antigua casa con unos angustiosos gritos de horror y lamentos que salían de la cámara de la novia. Se forzaron al punto las puertas y se vio con sorpresa que la infeliz mujer yacía desmayada en su lecho, al par que se percibía el ruido como de un carruaje saliendo del patio. El cuerpo de la joven estaba lleno de cardenales debidos, al parecer, a fuertes pellizcos recibidos, y en su cuello se veía una como ligerísima punzada de la que brotaban gotitas de sangre. Todo el mundo quedó pronto pasmado de. horror al volver en sí la viuda y narrar aterrorizada que su difunto marido, el gobernador, había entrado súbitamente y sin saber cómo en la cerrada habitación, exactamente como en vida, con la diferencia de presentar en su semblante una horrible palidez cadavérica, y la había golpeado y pellizcado cruelmente, después de haberle echado en cara su inconstancia.

    Inútil es añadir que nadie dio crédito a semejante relato, pero a la mañana siguiente el centinela apostado en el otro extremo del puente por el que cruza el río, refirió que, momentos antes de la media noche, un carruaje arrastrado por seis caballos, pasó con velocidad vertiginosa por el puente, en dirección de la ciudad y sin hacer el menor caso de las voces de ¡alto!, que se le dieron.
    El nuevo gobernador, que no creía en la historia de semejante aparición, tornó la precaución, sin embargo, de doblar los centinelas de la otra parte del puente, a pesar de lo cual, el suceso se repetía noche tras noche con desesperante regularidad. Los soldados custodios de la barrera del pontazgo, declaraban unánimes que, a pesar de todos sus cuidados y de los esfuerzos hechos para detenerle, el fantástico carruaje pasaba velozmente por delante sin que fuesen ellos capaces de impedirlo. Todas las noches también se oía en el patio de la casa el mismo ruido, prolongado y sordo, del coche consabido; los vigilantes, juntamente con los criados y la familia de la viuda. quedaban sumidos al punto en un profundo sueño, y todas las mañanas resultaba, en fin, la pobre víctima, magullada, ensangrentada y desfallecida.

    No hay que decir la consternación que tamaño suceso producía ya en toda la ciudad. Los médicos no acertaban a explicar aquel caso; los sacerdotes se constituían en el palacio de la viuda para en él pasar la noche en oración, mas al acercarse el instante de la media noche todos caían presa de un letargo invencible. El mismo arzobispo llegó de la capital y practicó en persona la ceremonia del exorcismo, pero a la mañana siguiente se halló a la viuda en estado más deplorable que nunca y ya próxima a morir. Para calmar, en fin, al horrorizado vecindario, el gobernador se vio obligado a adoptar las medidas más severas. Situó a cincuenta cosacos a lo largo del puente con orden terminante de detener a todo trance al carruaje–fantasma. Sonaron, sin embargo, las doce campanadas de la media noche y se vio venir veloz el coche por el camino del cementerio. El oficial de guardia y un sacerdote, crucifijo en mano, se plantaron delante de la barrera del pontazgo, gritando a la vez: –En el nombre de Dios y en el del Czar, ¿quién viene aquí? –A lo que, una cabeza harto conocida por todos, apareció por la ventanilla del coche, y una voz, que no lo era menos, contestó con energía:

    –¡El Consejero secreto de Estado y Gobernador C!…–y en el mismo instante, el sacerdote, el oficial y los cincuenta soldados fueron lanzados violentamente a un lado, cual sacudidos por una conmoción eléctrica, al par que el fantástico y lujoso tren cruzaba veloz sin que nadie pudiese detenerle. El arzobispo, entonces, y como último recurso, apeló al procedimiento sancionado por el tiempo, o sea el de desenterrar el cuerpo y clavarlo en tierra por medio de una aguda estaca de roble que le atravesase el corazón, cosa que fue puntualmente ejecutada con gran pompa religiosa y en presencia de todo el pueblo. Los narradores del maravilloso hecho me aseguraron que el cuerpo del gobernador se halló, en efecto, repleto de sangre y con las mejillas y los labios rojos. En el momento de clavarte la estaca exhaló un gemido, mientras que un gran chorro de sangre brotó con ímpetu a bastante altura.

    El arzobispo pronunció luego el exorcismo acostumbrado, y, desde entonces, no se oyó hablar más del vampiro ni de su fantástico carruaje. Hasta qué punto las circunstancias del caso hayan podido ser exageradas por la tradición, no podemos decirlo, pero nosotros lo sabemos hace años por un testigo ocular, y aun hoy día existen aún familias en Rusia cuyos ancianos miembros recuerdan fielmente el espantoso suceso.

    Helena Blavatsky (1831-1891)

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